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Editorial  |  22 abril de 2018  |  08:24 AM

Quindío: turismo sin café

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El principio del turismo en el Quindío está determinado por el café, como en el Caribe está dado por las playas y el mar. Eso no se debe olvidar jamás. Fueron las fincas cafeteras, la arquitectura de sus casas y sus beneficiaderos, los recuerdos de la grandiosa gesta colonizadora, las tradiciones y particularidades de un mundo nacido en los siglos XIX y XX los responsables del encanto y el embrujo que hallaron los primeros visitantes con pasaporte de turistas. Fueron los elementos de esas tradiciones como los corrales de gallinas y otras aves, la huerta, las mulas de carga y sus aperos, la arriería y todos los utensilios que quedaron en las casas campesinas como recuerdos de una época, los que hicieron, con el cultivo del grano, que encontráramos en el turismo una alternativa de diversificación económica en la finca cafetera.

Pero mucho más allá, el turista se topó con la gente, hombres y mujeres de hablar cantadito y de una hospitalidad y una amabilidad sin par en el país. Y se agregó el paisaje, ese verde de todos los colores que empalaga en cualquier lugar del Eje Cafetero. Los caminos veredales están adornados de heliconias de colores rojos, naranjas o azules, que se confunden con un pájaro altivo entre unas hojas de plátano pequeño. El turista se tropieza con besitos de novia, flores como una maleza que tapizan con rapidez las laderas y los patios de las fincas y las casas urbanas. En los barrancos lucen las orquídeas ibaguenses que ofrecen un espectáculo de colores blancos, amarillos, rojos y anaranjados. En el paisaje cafetero se recrean los siete cueros, árboles que dejan brotar flores fucsias y lilas; los guayacanes que mágicamente transforman todas sus hojas en flores amarillas o rosadas, que se esparcen en el suelo formando una alfombra embrujada que nadie se atreve a pisar. Los riscos del Quindío, están preñados de café y saturados de sol y viento, de pájaros y atardeceres anaranjados donde se transparentan chapoleras de piel canela y trenzas negras.

A este paisaje se le suman otros atractivos: el Parque del Café, (Montenegro) donde la exhuberancia, la tradición y el paisaje se conjugan con la diversión; el Parque Nacional de la Cultura Agropecuaria –Panaca-, (Quimbaya) un espacio inmenso, pedagógico, que pone al hombre común en la cotidianidad del campo y sus animales convirtiendo al turista en un granjero completo por un día. En el parque de Cocora, (Salento) donde está el árbol nacional, la Palma de Cera del Quindío, El Jardín Botánico y mariposario (Calarcá) y mil atractivos, como grandes y cómodos hoteles en el campo y la ciudad

De los tres departamentos del Eje Cafetero, el Quindío ha desarrollado mucho más el alojamiento rural en las fincas cafeteras, con un excelente servicio en lugares maravillosos. Más de 600 fincas están en los programas turísticos. Este mismo departamento ha sido calificado como el segundo destino turístico nacional lo que ha convertido esta actividad en la segunda alternativa económica de los cafeteros.

Sin embargo, frente a la crisis del café, frente a la destorcida de los precios del grano, frente a la decisión de tumbar los cafetales (pasamos de 67.000 a 20.000 hectáreas sembradas), también nuestra industria turística peligra. Turismo en el Quindío, sin café, no será lo mismo.

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