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Editorial  |  25 abril de 2018  |  12:04 AM

Yo soy la Tierra

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Nuestro compromiso con nosotros mismos.

El domingo pasado se celebró el día de la Tierra, y a decir verdad, pasó como un domingo sin pena ni gloria. Muchos artículos de prensa donde se retrata, por un lado, el desastre, donde se muestra un mundo apocalíptico, la destrucción. Y, por el otro, los pocos esfuerzos de organizaciones y personas por detener esa destrucción. Entre estos últimos, son muy pocos los gobiernos que hacen esfuerzos en esa dirección. Es decir, desde el Estado y la política no parece haber mayor preocupación por la Tierra. Es la sociedad civil, a través de algunas personas, la más interesada en frenar la hecatombe ambiental.

Aquí volvemos al mismo ‘llanito’: mientras no haya un ciudadano lo suficientemente bien educado en cuidar el planeta, todos los intentos seguirán siendo infructuosos, pues la codicia, el ansia de riqueza, el egoísmo del ser humano, su afán por hacerse a las cosas, por apoderarse de los excedentes, los pone en condición de ciegos frente al daño ambiental que provocan. Las escenas de la minería ilegal en el Valle del Cauca, en Antioquia, en la costa Atlántica, en el Pacífico, son desgarradoras.

Si esas personas que han cometido estos abusos contra la naturaleza, contaminando y destruyendo bosques, animales, ríos y hasta comunidades indígenas y afrodescendientes hubieran tenido educación ambiental, cultura ambiental, no se hubieran atrevido a realizar estos desmanes. La ignorancia y el ansia de dinero superan cualquier recomendación de buena fe, incluso, superan la represión que ejerce el Estado en algunos lugares del país contra la minería ilegal.

Pero, no es solo la minería ilegal y las enormes cicatrices que ha dejado en toda la geografía nacional. Aquí mismo en las ciudades, la irrupción irracional del transporte individual deja una esquela de contaminación impresionante. No somos capaces de resolver el individualismo, el egoísmo, y cada uno queremos montarnos en un vehículo de gasolina, moto o automóvil, despreciando el transporte colectivo.

Y no nos importa tumbar el bosque para construir un condominio, y tumbar el guadual entero para hacer una cerca, y contaminar los ríos y quebradas con los desechos que nos deja la industria del turismo y otras actividades económicas humanas. No nos importa tumbar el bosque nativo para convertirlo en potrero, o en bosque de pino y eucalipto, que tanto daño nos ha hecho en la montaña del Quindío.

Por eso, definitivamente, debemos de trabajar en la consigna ‘Yo soy la Tierra’. Esto es, cada uno de los seres humanos debemos creernos la tierra, para amarnos, cuidarnos, y no destruirnos. Porque, en términos reales, es así. Somos la Tierra, porque tenemos la capacidad de razonarla, de pensarla, de cuidarla, pero también de destruirla.

Hay que adoptar las palabras de Francia Márquez Mina, la colombiana que recibió el premio medio ambiental Goldman, el reconocimiento más importante del mundo al trabajo comunitario de líderes ambientales que han luchado por la defensa de sus territorios y sus actividades tradicionales: "Soy una mujer afrodescendiente, crecí en un territorio ancestral que data desde 1636. Desde pequeños nos enseñan el valor de la Tierra, sabemos que los territorios donde hemos construido comunidad y recreado nuestra cultura no fueron un regalo, pues le costó a nuestros mayores muchos años de trabajo y sufrimiento en las minas esclavistas. Hago parte de aquellos que sueñan que algún día los seres humanos vamos a cambiar el modelo económico de muerte para darnos paso a construir un modelo económico que garantice la vida. Es hora de actuar, enfriar el planeta es nuestra responsabilidad”.

Yo soy la Tierra, es una consigna que debe enseñarse, que deben impregnarse desde la cuna, en la casa, en la escuela, para que nadie, en adelante, cambie una gota de agua por un gramo de oro. Para que volvamos al transporte colectivo, para que usemos más la bicicleta, para que, cada día, en todas partes, sembremos más árboles y luchemos contra la depredación de la Tierra. Nuestro compromiso con nosotros mismos, Yo soy la Tierra, es, como dice Francia Márquez, enfriar el planeta.

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