Armenia y el Quindío viven momentos especiales en su curso histórico, que es de reciente data, pues su configuración institucional en los años 60 del siglo XX dio pie a una subjetividad regional con sus especificidades y características singulares.

Uno tras otro se suceden acontecimientos de orden político e institucional con gran impacto en el conjunto de la sociedad. Su tejido ético y cívico es golpeado una y otra vez por eventos que generan indignación y desconcierto entre la ciudadanía, entre las mayorías honestas y entre los ciudadanos de bien y decentes.

Tenemos un acumulado histórico de comportamientos delincuenciales de reconocidos líderes sociales que han aprovechado sus afortunadas posiciones para defraudar a la sociedad y los hechos recientes han rebosado la copa, pues gran parte de la clase política dirigente priorizó su enriquecimiento y su poder mediante el saqueo de los dineros de las regalías y los tributos de la valorización que debieron ejecutarse en proyectos estratégicos de desarrollo económico, social y urbano.

Miles de millones de pesos fueron a parar a los bolsillos de reconocidos agentes del clientelismo y la politiquería al tiempo que los problemas de cientos de personas se han agravado como en el caso reciente de los estudiantes que han sido excluidos del Programa de Alimentación Escolar, PAE.

Es escandaloso a nuestras mentes ver a tantas personas que ayer eran los líderes políticos, los dirigentes de la ciudad, metidos en el lodo de la corrupción, en líos judiciales, bajo rejas, tratando de esquivar sus culpas, cuando todas las evidencias y pruebas procesales los condenan.

El poder judicial al igual que la Procuraduría de la Nación ha tomado decisiones muy importantes atendiendo la demanda y la indignación popular. Son medidas que merecen todo nuestro apoyo para que se consoliden y profundicen hasta las últimas consecuencias.

Sin embargo, la sociedad civil debe escalar su ofensiva democrática y para tal efecto lo plausible es propiciar la presencia organizada y protagónica del Frente Común por Armenia, para que sea un punto de encuentro de todos los actores de la vida pública y comunitaria.

Necesitamos un Frente Común por Armenia, de los ciudadanos de a pie, de los empresarios, de los trabajadores, de los profesores, de los estudiantes, de las mujeres, de los periodistas y columnistas, de los indígenas, de las comunidades religiosas, de los discapacitados, de los afros, de los jóvenes, de los académicos, de los comerciantes, de los campesinos, de los cafeteros y de los líderes políticos honestos para construir una nueva subjetividad política moderna, democrática y pacífica que trace nuevos rumbos de progreso y libertades para la región.

Es la hora del Frente Común por Armenia. No nos quedemos con el ‘espectáculo’ judicial, con los señalamientos, con el solo dolor de ver a reconocidas personas caídas en la desgracia de la corrupción. Acabemos el chisme y la morbosidad que genera este tipo de noticias, y actuemos en favor de la ciudad, sin olvidar que la ciudad es la gente.

Es la hora de la transición y de la ruptura con la vieja élite política que ha degrado la vida pública y destruyó el entramado de la pujanza y la buena fe de cientos de miles de ciudadanos. ¡Frente Común por Armenia, ya!