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Editorial  |  01 junio de 2018  |  12:00 AM

Frente a la crisis: visibilizar al ciudadano

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Es necesario retomar el periodismo cívico, aquel que se hace desde el ciudadano.

La desgracia que vive Armenia con la corrupción, obliga a repensar la forma de hacer periodismo, más allá del ‘canibalismo’ y de la crítica llena de envidias y de odios, porque la gran mayoría de los periodistas y de medios están del lado de un sector político, caído o no en esa desgracia de la corrupción.

Por eso, reiteramos, es necesario que trabajemos, en caso de esta desgracia de la corrupción, y también en la vida cotidiana, con las enseñanzas del periodismo cívico. Que trabajemos en la formación de una opinión pública desde el ciudadano, y no sólo desde los círculos excluyentes de los políticos de turno, o de los dirigentes gremiales y empresariales que, en muchas ocasiones, quieren aparecer como ‘salvadores’ de la ciudad y la región, sin mirar que, de alguna manera, han comido en el mismo plato con la corruptela regional.  

Es necesario retomar el periodismo cívico, aquel que se hace desde el ciudadano, con los temas que a él le interesan, y no al contrario. En la actualidad son los medios y no los ciudadanos los que indican cuáles son los temas de interés público. Los ciudadanos son consumidores pasivos de información. 

Los datos esenciales para tomar posiciones son los proporcionados por los medios. No hay pluralidad de visiones y por tanto la formación de criterios está peligrosamente homologada y es difícil hablar de opinión pública. Un modelo montado sólo sobre la idea de informar lo que sucede, no proporciona las condiciones para conectar esos temas con los intereses de la gente, entre otras cosas porque el ciudadano común se conecta por medio de valores, emociones, opciones y, desde luego, también por medio de datos. 

Los protagonistas de los hechos en el modelo exclusivamente informativo corresponden a funcionarios públicos o políticos. El ciudadano común aparece más en el papel de víctima y de espectador. Tenemos que trabajar para cambiar esta ecuación, es decir, que los funcionarios públicos y políticos no sigan siendo el adalid de nuestra agenda y, por el contrario, le demos mucha más trascendencia al ciudadano.

Crear ciudadanos que en calidad de públicos asuman un significativo perfil en la vida pública es lo que debemos hacer, sin excluir otros sectores y experiencias.  Traemos a colación un fenómenos que nos afectó en el pasado, el proceso de reconstrucción del Eje Cafetero, donde debimos de ver a la comunidad afectada como sujeto y no como objeto del proceso, y debimos por tanto defender ese sujeto por encima de los intereses particulares que se quedaron con gran parte del dinero. 

Hoy, debemos volver a pensar en esos términos, ver a la comunidad afectada por el fraude de valorización en Armenia como sujeto, para defenderla de los intereses particulares, no solo de aquellos que la ofendieron y que tienen a sus vistas un juicios penal, sino de los que se quieren aprovechar de este para sacar partido político y electoral particular.

Debemos poner énfasis en la necesidad de que los ciudadanos sean vinculados a prácticas deliberativas mediante las cuales puedan configurar posiciones que tengan visibilidad e impacto en la escena pública.

 

 

 

 

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