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Columnistas  |  10 diciembre de 2019  |  12:31 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

Todo está perfecto, según don Iván

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Aldemar Giraldo

El pasado 2 de diciembre, Caludia Palacios, de CMI, entrevistó al actual presidente de la república, señor Iván Duque; la temática estuvo relacionada con las exigencias del Comité de Paro; quedaron pendientes tres preguntas, pero, las respuestas dejan entrever que el presidente es demasiado orgulloso y vive en un país que no conocemos. Lo que dice lo hace pensar a uno que las protestas son por “dar lora” y hacer correr a los policías. Si alguien de afuera escucha su recetario, a la semana siguiente inunda de turistas nuestras montañas y llanuras.

Como lo expresé en la columna del pasado jueves, lo que se necesita, en este momento, es un diálogo (“palabra o discurso que va de un lado a otro’, ‘discurso cruzado’, ‘intercambio de palabras”. Obviamente, para que las palabras vayan de un lado a otro o se intercambien tiene que haber, al menos, dos personas. Puede haber muchas más). No se trata de ponderar el monólogo que ya conocemos, según el cual Colombia crece aceleradamente, la reforma tributaria no favorece a los más ricos, nadie ha propuesto reforma pensional, la educación es el sector en el que ha invertido más dinero el país, el acuerdo de paz se ha implementado con resultados satisfactorios, nadie ha propuesto pagar un salario, por debajo del mínimo, a los profesionales que se incorporan, por primera vez al mercado.

Sin embargo, Duque desconoce que Colombia es otra después del 21 de noviembre; nuestro país está trabajando a media máquina, los comerciantes van de nalgas para el estanco, hay un pesimismo generalizado, la movilidad está inmovilizada, los profesionales particulares han disminuido ostensiblemente los ingresos, las universidades se tambalean entre la inacción y el paro definitivo, los grandes proyectos se han paralizado, algunos inmigrantes han empezado a sacar las uñas, la desaprobación de la gestión de Iván Duque llega al 70% (Invamer, 4 de diciembre), mientras que su aprobación es la más baja: 24%. Para agravar la situación, el legislativo sigue adelante con la agenda gubernamental (reforma laboral y tributaria). El optimismo de los colombianos se derrumba, mientras las conversaciones se dificultan por los “inamovibles” y la soberbia de los “conversadores”.

No se puede esperar a que las cosas se compliquen más; es importante mirar el calvario de los chilenos y hacer todo lo posible por evitar la confrontación entre nosotros. Todo error de los gobernantes o cualquier desmesura de los marchantes se paga con nuestro capital político o con el dinero de los que pagamos impuestos. Con la terquedad, la soberbia o la violencia nadie gana, todos perdemos. En un país tan desigual, los acuerdos se pueden convertir en esperanza y futuro de quienes más necesitan de los demás; no se trata de regalar, sino de entregar lo que históricamente les ha pertenecido. Un pueblo en mejores condiciones laborales y sociales puede entregar su fuerza productiva al país y revertir lo que nadie se imagina. Pero si el modelo económico es inamovible, apague y vámonos. Como decía mi abuela: Hay que revolcar las cosas si queremos que cambien”.

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