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Cultura  |  31 enero de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Cuentos de domingo: Viaje al pasado

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Viaje al pasado

Auria Plaza

Hacía dos semanas que no salía de mi habitación o, para ser más claros, de mi receptáculo o cápsula. Camino por las correderas vacías y, entre los espacios que deja la cinta transportadora que envuelve los edificios, veo el horizonte. El cielo es de un color extraordinario. No es el gris sucio de siempre con nubes de hongos pardos negruzcos. Hoy tiene matices muy suaves casi traslúcidos de malva, rosa, entreverados con distintos tonos de perla y una luz que ilumina tenuemente todo.

Busco con los ojos alguien con quien compartir tanta belleza, pero es muy temprano, todavía no ha llegado la gente. Solo a mí se me ocurre contravenir la orden de andar a estas horas que yo llamo muertas; es el empalme entre el turno diurno y el nocturno. Ya el personal de limpieza se retiró y falta poco para que empiecen las actividades propias de la zona. Me gusta este silencio cuando me siento YO en una soledad amable, abandonada del escudo con que me protejo, desnuda y limpia.

Soy de las pocas afortunadas que pueden moverse por toda la ciudad, eso sí, dentro de sus límites. En el orden establecido de las cosas no tengo que estar en ningún lado: mi chip me permite viajar por todas las plataformas. No estoy clasificada, sin embargo, el control central sabe muy bien, por ejemplo, que estuve 14 días, 7 horas, 36 minutos y 12 segundos sin salir. Mi dispensador de pastillas fue cambiado a los tres días, cuando el “gran hermano”, así llamo la computadora que maneja todo (saqué la idea de la novela de George Orwell 1984) registró mi actividad sedentaria. Sabía que no iba a necesitar ciertos nutrientes y, en vez, sí más serotonina. Cambió las lámparas luz de día por unas que tuvieran menos rayos ultravioletas, y conectó el sensor de calor para que la temperatura se adaptara a mi cuerpo.

Les voy a contar un poco de mis padres y mi origen, para que entiendan mejor qué ocurre conmigo. En la sociedad en que vivimos no se permiten apareamientos para procrear y los matrimonios son cosa del Estado. De vez en cuando muere alguien y, entonces, se hace un sorteo entre las parejas (del nivel en donde sucedió el deceso). Los felices ganadores pueden tener un hijo.

Depende de la plataforma en donde vives, son tus funciones. En el primer nivel están los aseadores, los empleados de las tiendas y entidades bancarias. En el segundo los obreros y con ellos están clasificados los que ejercen oficios menores. En el tercero los profesionales de la medicina, ingeniería, docencia, etc. En el cuarto los científicos, investigadores y los de informática. En el quinto y último nivel los dirigentes y consejeros. Algunos de los del cuarto nivel tienen acceso a la última plataforma para tener al corriente de los avances y necesidades a ese grupo que es el directo responsable del bienestar de los habitantes.

Así sucede en todas las ciudades, o eso creemos, porque las cosas son de tal manera que a nadie se le ocurre salir o tener contacto fuera de su plataforma. Tampoco lo necesitan. Las cintas transportadoras solo te llevan al lugar designado según tu categoría y los horarios están establecidos. Bajo ningún motivo puedes circular fuera de la hora que te corresponde y ni hablar de cambiar de cinta, no hay acceso. Cuando te precisan en otra plataforma vienen y te buscan a tu estación. Hay unos vehículos que se parecen a un murciélago sin orejas; son teledirigidos y se desplazan a una velocidad supersónica. Son nuestros “taxis”, solo que no son públicos. Usaré referencias conocidas en otro tiempo, pues se pueden imaginar que polinizadores no necesitamos y que los taxis son prehistóricos.

No creas que me distraje, es que hay tanta información, pero sigo…Mi madre era de otra ciudad y por una deformación genética (tenía doble ADN) era un caso especial para la ciencia y como mi padre era uno de los genetistas más importantes del país y mi ciudad el mejor centro en esta disciplina, hicieron traer a mi madre como “conejillo de indias” y así fue como se conocieron y se enamoraron.

Ella, mujer de muchos recursos y muy inteligente, cuando la enviaron de regreso se las ingenió para engañar al “sistema” y mantuvo con mi padre correspondencia secreta. Cuando supo que habría un sorteo en la plataforma de él para conseguirle pareja, hackeó la máquina y se hizo elegir. Cuál no sería la sorpresa del gobierno al enterarse de que la escogida era de otra ciudad, pero aceptaron sin cuestionamientos esta extraña selección.

Hasta ahí todo más o menos bien. Nadie se enteró del engaño se casaron y no… no. El clásico final que se esperaba y “vivieron felices para siempre”, falló. Querían un hijo. Eso era imposible. Nunca, ni recurriendo a ningún truco, podrían cambiar algo tan evidente en un análisis de sangre (que es lo primero que le hacen a la pareja que va a procrear) que ella era imperfecta.

Los dos trabajaban en aéreas diferentes. No obstante, aunando conocimientos empezaron a investigar en un proyecto confidencial, con la aprobación del gobierno, y esto los llevó a un descubrimiento mucho más grande que se callaron. Así fue como empezaron a viajar al pasado y se encontraron con que el planeta había sido muy distinto a como se conoce.

Las personas que vivían en la quinta plataforma descendían de un grupo privilegiado, y cuando la tierra había sido devastada por la falta de agua, se habían estado preparando para sobrevivir el apocalipsis (hay que anotar que esta palabra no se conoce en nuestro tiempo). Eso ocurrió hace cientos de años y yo lo sé gracias a las historias que me cuenta mamá, muchas de las cuales me costó trabajo entender; algunas en su momento no tenían sentido, eran tan inverosímiles y otras pues no tenía puntos de contexto con mi mundo. Al principio era como si estuvieran leyendo esos libros antiguos de ciencia ficción.

Tendría yo unos diez años, cuando me dijo:

–Tu padre y yo hemos descubierto los Portales del Tiempo, por eso es importante que comprendas el espacio tridimensional en que vivimos y que muy pocas personas conocen.

–Madre, ¿por qué si el conocimiento está al alcance de todos, la gente se mantiene en la ignorancia?

–Tal vez por el condicionamiento que por generaciones han tenido.

–Pero… yo soy distinta.

–Sí, es cierto. Pero no te olvides que tenemos otra visión. Vimos por primera vez el pasado del planeta a través de la data que recuperamos de unos microchips almacenados y olvidados. Esa otra forma de vida es la que queremos para ti y desde que eras un bebé te hemos estado hablando de ese mundo. Hemos despertado tu curiosidad y desde muy temprana edad has roto con todos los moldes.

Volviendo a lo que les estaba contando. Mi madre quedó embarazada y ahí se armó la grande. Fue sometida a miles de exámenes sin que encontraran explicación posible. Los confinaron y allí nací yo. Me separaron inmediatamente después del parto y a mis padres los enviaron al destierro. Era un lugar para aquellos a los que no desechaban porque tenían un potencial que podía ser de utilidad.

A mí me pusieron en una enorme máquina que hacía las veces de nodriza, pero como mis padres lograron el poder de la vacuidad, desplazarse sin su materia, se las arreglaron para alimentar mi deseo primario de afecto. Todo a escondidas de los “cuidadores”. Desde muy temprana edad aprendí el arte del disimulo.

No solamente resulté inteligente, sino que también tengo memoria eidética, dato que mis padres (cuando lo descubrieron) me recomendaron no revelar. No fue fácil en la escuela donde me aburría, a pesar de que asistí a la de niños con inteligencia profunda, como le llaman Ellos (o sea los de la quinta plataforma). Como mis padres vivían pendientes, tenía grandes conversaciones que me rescataban del tedio. Los demás creían que tenía “amigos invisibles” si me pillaban hablando sola.

Cuando cumplí los quince años, mis papás empezaron a enseñarme el método para trasladarme de un lugar a otro y así poderme reunir con ellos y conversar sobre sus planes.

–Mira hija, me dijo un día mi padre, todos los momentos históricos tienen cosas atractivas, inclusive aquellos con sus guerras, pero pensamos que encajaríamos mejor en el siglo XXI. Lo miré sorprendida por una afirmación tan categórica, él que era un libre pensador y le dije:

–Padre, ¿pero no dices que nos hemos estado preparando y nos podemos adaptar a cualquier época?

–Es cierto, pero es más fácil esta etapa de la tierra porque el ambiente que encontraremos nos permitirá mezclarnos, pues las ciencias y la modernización está en un punto muy interesante y si logramos ser discretos podemos ayudar al desarrollo de tecnología que ellos desconocen.

–Pero yo he leído que es el siglo XXV el de total esplendor.

–No es así. Esa historia ha sido escrita por los sobrevivientes que ya se preparaban. La realidad fue que el planeta se volvió invivible. Sólo algunos lo lograban y ser parte de ese grupo me parece vergonzoso.

¿Se estarán preguntando cómo me llamo? Mi nombre es Mnemosine, lo eligieron mis padres y Ellos (los del gobierno) no tuvieron objeción a pesar de lo extraño que les pareció cuando supieron el significado. También se preguntarán por qué no tengo todavía una ubicación en el orden social. Mi estatus es el de un no deseado y el Estado se hace cargo hasta que cumpla la mayoría de edad. Por ahora tengo la educación básica, me encuentran un poco tonta a pesar de mi CI de 180. Sin ninguna habilidad manual y debilucha para labores físicas o para el deporte. Me envían a cuanto taller o entrenamiento ofrecen en los distintos niveles, para ver cómo me desenvuelvo y qué experiencias cognitivas adquiero. Me dejan recorrer los espacios sin limitación. Cada tres meses me hacen todo tipo de exámenes: escritos, evaluación psicológica, mapeos de mi cerebro para ver mi avance. Creen que soy como mi madre una anomalía genética.

Estuve estos quince días preparándome para mi cumpleaños 18. “Mi hermano mayor” cree que estoy en estado de inercia, pero en realidad lo he pasado con mis padres. Faltan dos días y hoy es la fecha programada para que nos escapemos. Sé que este cielo hermoso es el equinoccio de primavera, aquí sólo ocurre cada cinco años, es artificial y nadie le presta atención. Es parecido a como antes se veían los amaneceres, todos los días, sin importar algo que llamaban en ese entonces “estaciones”, pero después del desastre nuclear y de la contaminación paulatina que venía sufriendo el planeta por la expulsión de gases tóxicos a la atmósfera, se formó una neblina tan espesa que no dejaba pasar el sol. Hoy, gracias a que Ellos se valen de unas pantallas solares para captar su luz cuando éste está en su punto más cercano a la tierra, podemos ver lo que llaman fenómeno luminoso.

Pensar que dentro de un par de horas estaré en el siglo XXI donde será posible extasiarme todas las mañanas con esta maravilla y por muchas cosas más que nuestros antepasados no supieron preservar. No siento ningún pesar dejar este lugar en el que me tocó nacer, no tengo amor por nada ni nadie excepto mis padres. No logré establecer vínculos de ningún tipo. Toda mi vida preparada para este momento. No se pudo hacer nada antes, porque mi papá no logró encontrar la manera de que mi cuerpo y mente se desarrollaran más rápido y tener el potencial para hacer funcionar mi viaje hacia el pasado.

Mis padres han encontrado una caverna abandonada fuera de la ciudad de los desterrados, donde nos hemos reunido sin ser vigilados, pues poseemos el método de proyección astral. Es decir, dejamos el cuerpo físico en su lugar y nadie nota la ausencia. La máquina que mis padres usaron en sus viajes necesitó de ajustes a pesar de que todos estos años le han dado mantenimiento. Este día, por el equinoccio y la posición de los planetas alineados, es favorable, de acuerdo a las investigaciones que hemos hecho en conjunto. Es ahora o nunca.

Abandonar la ciudad es la parte más difícil, pues esta vez no puedo hacer ningún truco y tengo que estar en todo mí ser. Por más que cubro mi cabeza con la capucha y que la sudadera negra y desteñida es de lo más anodino, las cámaras instaladas en las intersecciones de las correderas me pueden identificar. Yo he hecho este recorrido muchas veces para que se vea normal mi presencia en la zona y además para saber cómo esquivar la mayoría de los controles. La única ventaja es que estoy en la parte “oscura” de la ciudad, la de los inadaptados y resentidos sociales, la de los artistas y dibujantes de comics. En este último año les he dado a creer que tal vez me gustaría ser escritora y que por eso voy a observar a los bohemios o vagos (eso de ser artista nos es productivo). Estos son el último eslabón de la sociedad. Se les deja existir porque los tienen como ejemplo de lo que puede convertirse una persona que no acepta el régimen.

Se empieza a escuchar el roce de los vagones en la cinta transportadora. Llega el primer contingente de robots (como los llamó yo), me confundo entre la multitud que se dirige presurosa a sus trabajos. Sorteo las primeras cámaras sin ninguna dificultad. Veo venir un camión de reparto y sin ser vista me meto dentro. Me cubro con una binza. Espero hasta que el camión llegue al final de la zona oscura y me escurro a la arteria. Todo tomó una media hora que me pareció sempiterna. Llegó el momento de cruzar los límites. Espero que mis papás hayan logrado cortar la energía, pues apenas ponga pie al otro lado se puede desatar el infierno. Separando a los desechables y a los desterrados hay una red invisible que apenas detecta un movimiento se prenden todas las alarmas, los reflectores iluminan cada centímetro del lugar y aparecen como por arte de magia garfios de seguridad que los atrapan. En mis muchos recorridos de observación la vi activarse un par de veces.

La caverna no estaba muy lejos, pero tenía que cuidarme. Era tierra de nadie. Tendría que valerme de toda mi astucia si quería llegar a mi destino. Venía preparada y traía en mi mochila varias distracciones: barras energizantes, golosinas, agua, capsulas antivirales. Si estas dádivas no funcionaban había que recurrir al plan defensa y sacar las pistolas de dardos paralizantes. No quería hacerle daño a nadie y, por lo que sé, son seres indefensos dejados allí por no estar de acuerdo con el sistema. Los llaman “dalits” que quiere decir los desechables.

No me encontré “dalits” en el camino, así que alcancé la cueva sin contratiempo. Esperaba ver a mis papás, pero no estaban. Mi corazón empezó a latir muy despacio y luego de prisa, estaba teniendo un ataque de pánico. ¿Qué pasaría si mis padres no lograran escapar? Trato de serenarme. Respiro profundo y envío oxígeno a mi cerebro y a mi corazón. No. Esto no puede suceder. Todo va a salir bien. Miro mi reloj, había llegado diez minutos antes de lo pactado.

Empiezo a repasar lo que he aprendido del lugar a donde vamos a ir. Lo tengo todo en mi memoria. No sólo la ubicación geográfica, también sus costumbres, las biografías de hombres y mujeres. Las lenguas que hablan, sus guerras, sus personajes, las distintas filosofías, religiones. Es mucha la información que se necesita. Por fortuna una de las cosas que pude hacer, en mi tiempo libre, fue leer en los archivos digitales todo lo que había sobre planeta Tierra antes del llamado fin del mundo. A Ellos les llamaba la atención que bajara data a tanta velocidad y creían que era un juego, porque no era posible que leyera tan rápido y menos que después fuera a recordar lo leído. Así que me miraban con benevolencia y aumentaba la creencia de que era deficiente.

¡Qué hermosos son mis padres! Ella, con esa piel color cobre y los ojos azabaches, su rostro ovalado y nariz chata. Esbelta y atlética a la vez. Él, mediana estatura, con una incipiente calva y cabello gris. Rasgos muy definidos. En su nariz aguileña cabalgan unas gafas y detrás de ellas unos ojos expresivos y dulces. Apenas entraron salí corriendo a abrazarlos. Los tres lloramos de alegría. Por fin íbamos a estar juntos en el nuevo mundo, el del pasado de nuestro planeta, del que nos sentíamos ya ciudadanos.

Mi padre recuperando la calma, como hombre orientado a un objetivo y no tiene otra finalidad que cumplirlo nos dijo:

–Recuerden, sobre todo tú mi querida niña. No hay marcha atrás Ellos creerán que hemos escapado a la tierra de nadie y de allí no se regresa.

–Está bien papá. No te preocupes. Me he estado preparando toda la vida para esta aventura.

–Querido –contestó mi madre–, lo hemos logrado. De ahora en adelante lo que importa es que estaremos los tres juntos. Mnemosine elegirá su propio destino. Podremos tener la libertad de seguir nuestros sueños.

No se crean que no estoy muerta de susto, eso de llegar como en paracaídas a un lugar desconocido es aterrador. Además, yo no he trabajado nunca en la vida “el gran hermano” siempre me ha cuidado. Por el otro lado la curiosidad es más fuerte. Vivir en un lugar donde a pesar de que “arriba” hay gente que te manipula, igual tienes oportunidad de elegir. Además, qué pasaría si en el bucle de viaje al pasado, que puede tomar distintos caminos, terminamos en otro momento de la historia, por ejemplo, en el siglo XIV cuando ocurrió la peste negra, la más devastadora en la historia de la humanidad. Claro que…

Oigo a mi mamá que me llama la atención:

–¡Hija ya! ¡deja esa tableta y para de escribir! Es hora de partir.

En fin, solo me queda decir:

Von Voyage

El Caimo, enero 2121

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