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Región  |  09 marzo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

El coraje de las mujeres en primera línea del Covid en el Quindío

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Se santiguan al salir de sus casas, llegan a su trabajo y antes de iniciar la labor respiran profundo y dan ese paso definitivo. Para ellas, cada día es como si fuera el último, se trata de sacar todo el valor que mezclado con amor, les permite enfrentar una jornada que podría llevarlas a la muerte.

Ha sido así, día a día en el último año, cada minuto de su trabajo es un derroche de energía, profesionalismo y amor al prójimo, por eso, ellas hacen parte de esa primerísima línea de acción frente al Covid-19 en el Quindío, a las que tanta gratitud debemos y para quienes en la celebración del Día de la Mujer solo tenemos mensajes de felicitaciones y reconocimiento.

Son mujeres valerosas que hacen gala de profunda sensibilidad humana y gusto por su profesión, las mismas que han derramado lágrimas al ver morir a sus pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos, las que extrañan a sus hijos, esposos y padres que han dejado de lado por dedicarse a atender las víctimas de la pandemia.

Son centenares de mujeres ejemplares, amorosas y entregadas, que hoy luego de 12 meses de momentos críticos, dolorosos y de incertidumbre nos recuerdan que la familia vale mucho, que no se necesita tanto para ser feliz y que definitivamente, se sienten heroínas en un mundo donde todo se ha puesto al límite por cuenta de ese enemigo invisible, silencioso y fatal
Casos que llegan al alma 


Encontrarse con Sandra Milena Herrera Castaño, es tener la oportunidad de compartir con una mujer que ha sufrido tragedias de las cuales se ha sacudido porque hay que ponerle la cara a la vida y sacar adelante un hijo de 8 años de edad, luego de la muerte violenta de su esposo.

Como psicóloga clínica sabe lo que es gestionar un duelo, pero otra cosa es sentirlo en carne propia al lado de los seres que ama y contando con un trabajo que desde hace 16 años desempeña en el hospital San Juan de Dios de Armenia.

Sandra Milena, parece que apenas se da cuenta que ya se cumple un año del Covid-19 y recuerda que enfrentar ese primer día de trabajo con pacientes covid no fue nada fácil, aunque ya se estaban preparando en cuanto a la manera de ingresar al servicio, con todos los implementos de bioseguridad asumiendo la responsabilidad y el reto, porque asegura, que lo que se hace con vocación resulta muy bonito y paradójico, no sólo para enfrentar a los pacientes sino a las familias.

Dice Sandra, que cuando se vive una pérdida como la que ella ha sufrido por la muerte de su esposo, independiente de la situación del covid-19, hay más sensibilidad y uno se pone en los zapatos del paciente que tiene cerca, indefenso, angustiado, del que puede hablar y está en sus cinco sentidos o el que está intubado y grave, por eso, su trabajo es facilitar que la familia le brinde apoyo emocional desde afuera y que se sientan acompañados.

A esta mujer, todos los casos atendidos este año le llegaron al alma, independientemente de si salieron adelante o no, dice que ninguno está preparado para una crisis como esta y se ve el miedo en los pacientes al sentirse solos y desprotegidos, por eso el trabajo del equipo de apoyo emocional hace parte de esa primer línea de atención del Covid-19 en el hospital de Armenia.

Los pacientes son atendidos por un grupo maravilloso de seres humanos entre auxiliares, terapeutas, médicos, las personas del aseo, los camilleros, los enfermeros, los psicólogos, todos apoyando la condición de salud del enfermo y sus familias, explica la profesional.

Para Sandra Herrera, dar ese paso y adentrarse en la habitación del paciente con Covid, es una decisión que se toma con toda la energía, "yo me cuido pero mi trabajo es mi trabajo, es mucho más importante ahora, porque las familias ya saben en que momento las vamos a llamar para darles una voz de aliento, comunicarlas con su ser querido y están pendientes, si uno se demora, empiezan a escribirle al celular y eso es preocupante.

Sandra y sus compañeras psicólogas hacen presencia en todas las áreas covid, todos los días facilitando a las familias la posibilidad de contacto sea por videollamada o teléfono, es muy importante que se puedan escuchar o ver y lograr un trabajo así, es valioso aunque a veces sin el mejor resultado, pero los agradecimientos son infinitos.

En el San Juan de Dios de Armenia, permiten ver a los pacientes y despedirse de ellos, lo que genera una conexión muy especial con todos, esta psicóloga, recuerda a Blanca Estela, una abuela con un núcleo familiar de seis hijos, cuatro vivos y dos fallecidos, ella tranquila, consciente de su final, lo único que pedía era que no la dejaran sufrir y antes de la intubación, se hizo la videollamada, pudieron verla en buen estado y cada uno se despidió, la abuela lloraba y los tranquilizaba al decir que arriba tenía dos más para cuidar.

Ese fue un momento de transferencia emocional, pidieron perdón, se agradecieron y ella sin temor se fue tranquila, mientras la familia le dió la oportunidad de trascender en calma tras ser preparada con el apoyo del equipo de psicólogos que trabaja en el hospital y al que ella hace parte.

Hoy Sandra Herrera da gracias Dios y le pide fortaleza, agradece que no se ha contagiado de covid y que ya esta vacunada, una experiencia que vivió expectante, cuenta que la citaron el domingo a recibir su primera dosis de vacuna, muchos compañeros estaban asustados, ella miró para otro lado mientras la inyectaban, ni siquiera sintió el pinchazo.

La vida le ha cambiado, con la pandemia ha comprendido que tiene que vivir cada día como si fuera el último, sin afanes y con la experiencia de la muerte de su esposo años atrás, está segura que uno se muere y nada se lleva, por eso vive tranquila, ahora hace sus cosas con pausa y viviendo feliz.
Podcast:

Alimenta la esperanza


Nidia Cristina Bonilla Diaz, es de Calarcá, tiene 40 años, vivió con mucha angustia al inicio de la pandemia, sabía que debía ir a trabajar al hospital San Juan de Dios y en algún momento estaría frente a pacientes con covid-19.

Esta mujer enfrentó su trabajo con mucho susto al comienzo de la emergencia, pero afirma que todos se han acostumbrado a convivir con estos pacientes.

Sin la presencia de Nidia Cristina y todos sus compañeros el hospital no funciona, su labor es determinante para que los pacientes salgan adelante.

Nidia Cristina es una de las personas encargadas de suministrar los alimentos a cada uno de los enfermos en la institución y como tal, un día le correspondió en la sala de quienes están infectados por Covid-19.

Llega al hospital a las 5:30 de la mañana y se pone el uniforme, la dotación total con bata, tapabocas N95, careta, gorro desechable y guantes.

Entra con el carro de los alimentos, en la bandeja pone los recipientes con la comida y se la entrega al paciente, a quien llama por su nombre y le explica la dieta que le han asignado, en cada salida del cuarto se aplica gel e ingresa a la siguiente habitación.

Al principio, el miedo que esta mujer sentía era tremendo y la tristeza en su corazón infinita al ver el sufrimiento de los pacientes, "uno les coge cariño y les expresa su afecto en un momento de tanta soledad, ellos se deprimen mucho".

Termina el turno y sale asustada por la posibilidad de tener covid, se aisló de su familia por temor al contagio y pese a todos los cuidados, en diciembre resultó positiva, por fortuna le fue bien, la única señal de alarma fue la pérdida del gusto y el olfato, se quedó en su casa diez días y superó la crisis.

Cuando le dieron la noticia se puso muy triste, lloró mucho, porque no sabía lo que le iba a pasar, al superarlo, la felicidad es tener el trabajo y poder aportar a los pacientes Covid. "Uno sabe que mucha gente no quiere trabajar por la presencia del covid pero yo lo valoro mucho".

Recalca que poder compartir con la familia es lo mejor que le pasa en este momento.
Podcast:


Un corazón limpio 


Todos los días Sandra Marcela Vallejo León, entra a los cuartos con pacientes Covid o a las UCI, con su indumentaria compuesta por mascarilla, bata, uniforme, guantes y el trapero normal impregnado de agua con jabón, da una pasada por todo el piso, lava el trapeador y limpia nuevamente la superficie con agua e hipoclorito, lo hace muy bien por debajo de la cama del paciente y deja desinfectado el cuarto, ella sabe que su trabajo es muy importante, máxime cuando se trata de habitaciones donde son atendidos enfermos infectados con Covid-19.

Sandra Marcela, es una joven madre de dos niños vinculada al hospital desde hace 2 años, se ha visto enfrentada a situaciones muy difíciles este año de pandemia porque la mayoría de los pacientes necesitan de sus familias y ellos están muy solos en las habitaciones, nadie se les puede acercar.

Confiesa que el primer día de su trabajo en la sala Covid fue una situación extrema, considera que es muy diferente verlo en las noticias a vivir la realidad, ella sintió mucho susto, esa primera vez estaba bastante temerosa, empezó turno al medio día y al terminar la jornada, de repente se encontró de frente en el pasillo con un paciente rodeado de muchos protocolos, entonces solo se preguntaba, hay Dios que pasó. Se puso muy nerviosa, asustada y fue consciente que ese apenas era el principio de lo que se le venía encima, de lo que les iba a tocar.

Antes de entrar a cada habitación, ella se encomienda a Dios y pide protección y al salir para su casa, llega derecho para el baño y luego se encuentra con sus familiares.

Dice que la conmovió mucho cuando empezó su labor en la UCI, en donde es muy doloroso ver a ese paciente en la cama, sin su familia, saber que necesita tanto a sus seres queridos y no se pueden comunicar, mientras en las otras áreas la saludan, le piden favores, le expresan sus necesidades.

Cuenta que ayer entró a la sala covid y en ese momento una señora estaba tomando agua y se ahogó, fue el susto de su vida, se preguntaba que hago, a quien llamo, por fortuna, la enferma al momento se calmó, son situaciones para las que uno no está listo.

Cuando Sandra Marcela sale de su jornada en el hospital agradece a Dios por estar aliviada, por no haberse contagiado y sentir la felicidad que ya la van a vacunar.

Entre los sacrificios de este año, cuenta que dejó de pasear con su hijo como lo hacía antes y cuando han transcurrido 12 meses de esta crisis piensa en su familia, pide a Dios que se acabe la crisis, sabe que está haciendo una tarea muy importante para la sociedad y se siente una heroína, así se lo dice mucha gente, como agradecimiento.

En estas tres mujeres se condensa esa multitud de seres humanos que le han puesto la cara al Covid-19, que han superado miedos y se han entregado en cuerpo y alma a su prójimo. Para todas esas personas GRACIAS.
Podcast:

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