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Región  |  11 marzo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Un siglo cumple hoy Ángela Rosa Betancourt

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A sus cien años la pequeña figura de Ángela aún se yergue con donaire sobre taconcitos cuadrados que maneja con gran destreza, pareciera que el tiempo se hubiese detenido en ella porque todos sus glamorosos rituales aún persisten. Desde primera hora del día luce sus medias de nailon, escoge con detenimiento las prendas a lucir y, luego, sencilla y sobriamente ataviada, dedica unos instantes a su discreto maquillaje. Pero no es sólo en la mañana que se ocupa de su presentación personal, pues por la noche se acicala con esmero para ir a la cama sin olvidar acariciar su piel con suaves y olorosas cremas. Indudablemente, esta maravillosa mujer centenaria, sin proponérselo, encarna el ceremonial aristocrático de sus ancestrales antepasados normandos.

Deleitarse con sus graciosos mohines, el peculiar y suave movimiento de sus manos al hablar y la fluidez de su conversación bastan para evocar a las distinguidas damas de la nobleza medieval y, sin ir a época tan remota, es indiscutible que Gelita, como cariñosamente se le nombra, personifica el legado de sus distinguidas, elegantes y presuntuosas tías, pero con la calidez y naturalidad que ella imprime al relacionarse con todas las personas que tienen el privilegio de conocerla.

Y es que su carismática personalidad atrae y su amorosa compañía ofrece refugio y consuelo a la vulnerabilidad humana. Es admirable, como a su edad, la tía Ángela, pone a prueba su memoria y su gracia relatando acontecimientos acaecidos en su niñez y juventud y ni que decir de la fortaleza física y emocional que le han permitido resistir exitosamente los embates de la vida incluyendo la pérdida de sus seres amados.

Puede pensarse que sus férreas creencias espirituales son quizás el pilar fundamental en que sustenta y potencializa su fortaleza y longevidad. Resulta sorprendente que sus ancianos ojos aún pueden ver pequeñas letras de textos bíblicos que ella religiosamente lee. Todavía recuerda las bellas oraciones que de niña aprendió, como también las nostálgicas y románticas canciones de su juventud, las que entonaba con su prodigiosa voz de soprano.

Interminable resultaría enumerar las cualidades y virtudes de la tía Ángela, pero quienes la conocemos privilegiamos su infinito e inagotable amor por su familia. Alrededor del año 1954 conformó su hogar con Hernando Esguerra Barco, un extraordinario, apuesto y generoso jovencito, de antepasados vascos llegados a Antioquia, que fue cautivo de los encantos de la adorable Gelita; infortunadamente, el ya partió hacia la eternidad lo mismo que Esperanza, su hija menor. Sus otros hijos son Hernán, Julia Rosa, Martha Lucia y Norberto, quienes la han hecho abuela, bisabuela y tatarabuela.

Al fundar Sonsón se encontraron todas las familias que hoy conforman la genealogía paisa de Ángela, la longeva hija de Sebastián Betancourt Londoño y María Rosa Elena Toro. En lo investigado hasta ahora, Belisario -padre de Sebastián- y su prole fueron los primeros Betancures en llegar a los predios de la actual Armenia, siguiendo la ruta de parientes que venían fundando caseríos. Para los descendientes de estos colonos Betancourt (Betancur) Henao López Londoño Tabares, así como de los Toro Castaño Patiño Pérez Ocampo es motivo de regocijo y satisfacción celebrar este 11 de marzo de 2021, los cien años de su pariente Ángela Rosa Betancourt Toro, por ser la primera en llegar a esta edad, aunque posiblemente ninguno sabe, ni siquiera la cumplimentada, la relevancia de sus ancestros. Gelita ignora, por ejemplo, que su madre <María Rosalina Toro Ocampo> desciende del mismo tronco familiar de los fundadores de Villamaría, Calarcá e incluso del fundador de Armenia, Jesús María Ocampo Toro, y de María Rosalina Toro Ocampo.

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