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Cultura  |  23 mayo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Cuento: Un Asunto Extraño

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Este texto es inédito y se publica con autorización de la familia del escritor y poeta Gustavo Rubio, fallecido en el año 2020.

Era la primera vez que subía a aquel edificio para consultar con un experto sobre algo que subyacía en su carácter ingenuo; le habían dicho que allí lograría información y unas notas adrede según las circunstancias. Por eso se arregló lo mejor que pudo, aderezó sus cabellos y se puso el mejor vestido, una minifalda que le quedaba al cuerpo, tomó su libreta de apuntes y se miró al espejo.

Una vez allí, preguntó al recepcionista si existía el sitio de su búsqueda: el hombre la miró de arriba abajo, sonrió con satisfacción y le señaló en el ascensor un número; ella agradeció el gesto, esperó un instante y se introdujo por aquella puerta. 

El edificio era extenso y de sus paredes colgaban cuadros famosos, los pisos brillaban y cada puerta permanecía cerrada. De pronto una se abrió y ella dijo ‘Buenos días’; nadie respondió. La curiosidad pudo más que la prudencia y penetró en el lugar, al interior una secretaria la observó con júbilo, otra le hizo una venia, un joven se acerca y le da un beso, preguntó ¿por qué no habías vuelto? Ella se sonroja de espanto al ver aquel rostro descocido que a la vez se hace familiar, no entiende lo que pasa; este hombre que la conocía la miraba con el mismo descaro de todos los días, algo tan cercano para ella ahora le era extraño en ese momento.  

Al final, rompe su silencio y dice “yo quería saber si era aquí donde solucionaban o daban informes sobre los modos de comportarse en público”; todos la miran extrañados. La chica huyó e hizo lo menos usual, sumergirse en cada cuarto y hacer la misma pregunta.

Ella se pregunta así misma si había equivocado la dirección o si esa pregunta solo era una excusa para averiguar antiguos pasos de su vida, era real aquel edificio de los sueños que la mortifica cada noche, piensa y reflexiona sobre su fugaz atrevimiento.  

Como no le quedan más cuartos donde averiguar la respuesta, salió hacia el ascensor y se encontró abajo con la misma sonrisa de satisfacción del recepcionista, este la mira una vez más, le saluda como al principio, pero ella no responde, desea salir del edificio y se dirige a la puerta de entrada se introdujo por aquella puerta, nuevamente el recepcionista está ahí, la mira y saluda, ella decepcionada, solo tiene que encontrar la respuesta para poder salir del edificio, camina por todos lados hasta que supo sin remedio y sin asombro, que preguntas de ese calibre solo ocurrían en los instantes en que un ser humano está completamente solo.  

Gustavo Rubio (1992) 

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