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Columnistas  |  07 diciembre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan Carlos Murcia

La verdad, antes que nada

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Juan Carlos Murcia

Juan Carlos Murcia

Y antes que todo, la verdad. La verdad en sentido básico, entendida como la coincidencia entre la afirmación y los hechos. La verdad como propósito, como pilar, como principio rector en la construcción de una Colombia en paz. La verdad oculta. La que no ha sido dicha a instancias de la JEP, ni en el Informe Final de la Comisión liderada por Francisco de Roux. La verdad como antídoto contra la prolongación de la barbarie. La verdad como punto de partida del futuro hasta ahora prohibido. La verdad imprescindible. La verdad de la guerra en nuestro país.

Porque son innumerables las preguntas que se quedaron sin respuestas en estos 58 años de conflicto armado.  Aún no sabemos, por ejemplo, si el exterminio contra la Unión Patriótica fue determinado por la CIA, o si fue una decisión autónoma de la cúpula militar de la época. Ni quiénes ordenaron la retoma del Palacio de Justica. Ni por qué los fundadores y financiadores del paramilitarismo no han sido judicializados. Ni qué poder omnímodo impide que se imparta justicia en el caso de los llamados falsos positivos. Ni quién dio la orden de asesinar a los diputados del Valle. Ni cuánto les pagaron a las FARC por el “éxito” de la Operación Jaque. No sabemos si fue realmente Juan Manuel Santos el que autorizó asesinar a Alfonso Cano. O si es cierto que un integrante del Secretariado delató su ubicación en el Cauca. O si perder el Plebiscito por la paz era parte de una estratagema para modificar lo acordado en La Habana.

En medio de tanto encubrimiento, tendrá que llegar el día en que sean desclasificados todos los archivos de inteligencia y contrainteligencia de las fuerzas militares de Colombia, pues en ellos reposa gran parte de la verdad del conflicto. De su esclarecimiento depende que el Estado colombiano logre concretar un acuerdo de paz definitivo con las guerrillas.

Soy pesimista. Luego de ver lo sucedido con los Acuerdos de La Habana, no creo que los elenos y las disidencias farianas accedan a desmovilizarse tan fácilmente. Que el presidente haya sido militante del M-19, es lo de menos. Petro es un socialdemócrata pragmático, no un revolucionario. Cree en el capitalismo progresista, la antinomia de Stiglitz. Cree en el fin de la historia y el imperio de la democracia liberal, la tesis de Fukuyama. Cree en el liberalismo económico, el libre comercio, la desregulación del mercado y el desarrollo del capitalismo, las bases del neoliberalismo. El ELN y las disidencias de las FARC, por el contrario, son marxistas-leninistas, y apuestan por el socialismo. Pensar que una supuesta identidad ideológica entre el presidente y los alzados en armas marcará el rumbo de estos diálogos es una absoluta ingenuidad, y una muestra de desconocimiento de la historia de Colombia. 

En cuanto a las negociaciones con las organizaciones dedicadas exclusivamente al narcotráfico, me parece que el camino será mucho más tortuoso. Si se tratara solo del acogimiento de sus cabezas visibles a un marco jurídico especial diseñado para flexibilizar penas y legalizar capitales a cambio del desmonte de estructuras criminales, no habría mayores complejidades. Privarse de la libertad por unos cuantos años, para luego poder disfrutar de sus fortunas en este u otro país, es muy buen negocio para cualquier narco. Pero, siendo apenas un eslabón en la cadena, estos personajes se verían obligados a hacer su respectivo aporte a la verdad. Nombres de policías, militares, fiscales, jueces y magistrados en sus nóminas. De empresas dedicadas al lavado de sus activos. De concejales, diputados, alcaldes, gobernadores, representantes y senadores beneficiarios de su apoyo en las regiones, y un largo etcétera.

La paz total de Petro recién empieza. Ya veremos hasta dónde llega.

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