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Cultura  |  11 diciembre de 2022  |  12:06 AM |  Escrito por: Administrador web

Rodrigo Garavito (Cuento)

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Por Oscar Jiménez Leal

Lo conocí en Manizales donde fuimos  compañeros de pupitre en el Instituto Universitario de Caldas al final de la década de los cincuenta. Provenía de una distinguida familia de Riosucio. Era un destacado estudiante por su brillante inteligencia y un sobresaliente deportista, condición que lo llevó a integrar la selección departamental de baloncesto que, con su decisiva participación, se coronó campeón nacional de ese año.

Siempre se distinguió por su espíritu esotérico y cabalístico que -según decía -, había heredado de las lecturas del Antiguo Testamento, y por eso, era mejor dejarse llevar por el azar que preocuparse por adivinar su propio destino, pues toda esa sabiduría le permitía a su inconsciente tener precogniciones que guiaban su futuro, y en las que creía fuertemente. Así por ejemplo, en lugar de estudiar todos los libros o conferencias para preparar los temas correspondientes a los exámenes, como lo hacíamos todos sus compañeros, memorizaba los contenidos de las páginas 5, 15, 35, 55, 65, 85 y 95, y a fe que casi siempre acertaba en la mayoría de los temas con resultados ampliamente satisfactorios, para asombro de profesores y compañeros. Ignoro si la misma técnica la empleó en la carrera para obtener el título de abogado, puesto que estudiamos en  ciudades y universidades diferentes.

Ese carácter esotérico no se limitaba a sus lecturas sino que se extendía a diferentes ámbitos de su acontecer existencial como solía considerarlo; por ello, cuando fijó la fecha de su boda con una distinguida dama de la sociedad manizaleña para el 22 de noviembre, lo hizo por cuanto ese día cumplía años y también ese mismo día habían asesinado al presidente de Estados Unidos  Jhon F. Kennedy en Dallas, Texas, datos que hacía coincidir para tomar decisiones importantes de su vida.

Cuando sus amigos admirábamos su formación humanística, producto de su afición por la lectura, nos confesó paladinamente y sin falsa modestia que jamás había leído obras literarias completas pues seguía el consejo del autor inglés William Somerset Maugham, según el cual “El lector sabio hallará el mayor placer en leerlas si aprende el útil arte de saltarse páginas”. En eso también predominaba su espíritu esotérico.

Hubimos de reencontrarnos  años después en Bogotá cuando elegido representante a la Cámara por la circunscripción electoral de su departamento, le tocó adelantar la investigación y la correspondiente acusación contra el Presidente de la República de entonces, que no prosperó como lo presintió desde un principio, como si lo hubiese visto en una bola de cristal, dado que en esta ocasión, según explicaba,  se alinearon los astros a favor del acusado, gracias a la descarada intervención en política del embajador norteamericano que exacerbó el sentimiento nacionalista de los colombianos, hábilmente manipulado por el Gobierno que lo izó como bandera patriótica; a la férrea defensa de los abogados presidenciales y sobre todo, a la especial circunstancia de que la mayoría de congresistas había financiado sus campañas electorales con los mismo dineros nefandos ingresados a las arcas de la campaña presidencial; sin que de otro lado, estuviera ausente el  reparto de notarías y auxilios a los parlamentarios y  el otorgamiento a dedo de emisoras y programas de televisión, según se rumoró en la época. Tampoco en esas circunstancias políticas estuvo ausente el espíritu esotérico que vislumbró con anticipación el fracaso de la acusación.

Desengañado de la política por el incremento de los costos de las campañas electorales que desequilibraban la leal competencia democrática, se refugió en la cátedra universitaria y en el ejercicio honesto y eficaz de su profesión de abogado que culminó con éxito importantes y publicitados litigios contra el Estado, siempre en defensa de los derechos fundamentales de sus clientes, a quienes previamente  solicitaba su fecha de nacimiento para saber el signo del Zodíaco que los guiaba y determinar las posibilidades de éxito de su gestión jurídica, de la misma manera como los campesinos usaban la astrología para precisar el tiempo y la oportunidad de las siembras y cosechas, según afirmaba.

Sin embargo, la última vez que hablamos, lo encontré desilusionado por la pérdida súbita de su espíritu esotérico y cabalístico. Sus premoniciones  ya no resultaban ciertas, y por el contrario, lo hizo perder todo el patrimonio  acumulado durante tantos años de trabajo, como en efecto  sucedió el día de su cumpleaños que lo fue el día 5 del quinto mes del año (mayo), y el  vehículo que lo habría de transportar al centro de la ciudad terminaba su placa en 5, entonces decidió, más bien dirigirse al hipódromo  y  convertir todo su capital en quinelas apostadas al potro Quíntuple, como lo indicaba su instinto esotérico y cabalístico;  pero efectivamente,  el caballo llegó de quinto en la carrera más famosa y disputada del año.

No obstante, esas especiales características que seguía conservando con esperanza, hicieron pensar a sus amigos que no es simple coincidencia que, así como dijo haber vislumbrado la fecha su boda y de tantos otros acontecimientos de su vida, su ingreso a la eternidad se dio por la misma fecha que lo hicieron Miguel de Cervantes, William Shakespeare, o el Inca Garcilaso de la Vega, los mismos quizás cuya biografía leyó en forma completa y sin saltarse páginas: el 23 de abril.

Bogotá diciembre de 2022

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