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Cultura  |  23 abril de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Sinos implantados

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Un cuento de Enrique Álvaro González, integrante del taller de escritura Café y Letras Renata Quindío.

Ellos… “están”… por decirlo de alguna forma, en un sitio donde el tiempo no cuenta y el espacio no existe. Aún no son personas, pero allí las expectativas les serán dadas, los obstáculos les serán anunciados y los caminos les serán trazados. Después… solo después, nacerá el tiempo… durante la gestación.

Van a conocer sus vidas, pero eso es un simple trámite, porque cuando nazcan, olvidarán todo y comenzarán a suponer que son ellos quienes las construyen. Nunca sabrán que sus destinos fueron implantados. Son seis. Cada cual con un camino por recorrer, una vida por vivir.

Uno, muy a su pesar, seguirá con sus pasos las huellas militares de sus antepasados y sepultará con ello sus sueños musicales. Otro, sufrirá desde niño la desigualdad, la injusticia y el dolor de tal manera, que el resultado será obvio. Un rebelde. Un rebelde tan peligroso como ninguno, porque su arma es un lápiz que dispara versos.

Ella, nacerá en cuna de oro. No sabrá de miseria, de frío ni de hambre. Caminará desde su mala crianza hacia la autodestrucción y morirá joven en medio del escándalo familiar que llevará al caos a una enorme empresa.

La otra… puede decirse que sí… Vivirá. Entre el lodo, donde sus padres la negarán y serán sus principales desconocidos. Sobrevivirá al odio de las calles en cuya guerra diaria se acostumbrará a vivir viendo morir, a reír viendo llorar y al rebusque con las manos, con el alma y con el cuerpo. Con el tiempo, hallará la paz en un libro sagrado y dedicará su vida al servicio de otros.

Otro es ¿Él?... ¿Ella?... La respuesta a esa pregunta le atormentará gran parte de su vida, le causará el rechazo de los suyos y sembrará en su alma un odio a todo lo que represente autoridad. Su lucha por reconocerse, aceptarse y que le reconozcan y acepten como es, durará toda su vida. Verá los frutos en su otoño, pero también lo logrará.

Y el último… llamémosle… el “designado”, porque eso es. El encargado de responder las preguntas de los otros y el único que sueña. Sueña con la libertad del alma y la seguridad de saber quién quiere ser. No cree en la derrota ni en destinos anticipados… cree en sí mismo y sabe que si lucha logrará sus propios sueños… pero sus compañeros…

“Si voy a olvidar mis sueños para cumplir los que me impone mi familia. ¿Qué sentido tendría vivir?... Eso lo único que haría, sería convertirme en un ser amargado”, cuestiona el de la carrera de la guerra impuesta.

“No deberías entregarte así. No has peleado antes. Solo se logran los sueños cuando de verdad se lucha para hacerlos realidad”, le responde el designado.

“¿Y yo? ¿Qué podré hacer con unos versos y mis palabras ante la injusticia de la vida?”, interroga el otro.

“Llegarás a enseñar que la razón no se demuestra con la fuerza y que la fuerza de la razón está en las palabras”, contesta de nuevo el designado.

“Y si he de morir joven, ¿para qué llegar al mundo?”, cuestiona aquella a quien su muerte causará el fin de una dinastía.

“No siempre la muerte es una desgracia”, razona el soñador. “En ocasiones, a pesar de parecerlo, esa desgracia puede resultar una lección de vida”.

Pero… ¿Por qué hemos de vivir una vida trazada de ante mano? ¿Es justo?, pregunta quien no sabe todavía quién es y el último, el designado, el soñador y encargado de responder, le reconoce:

Es bueno que empieces desde ya a cuestionar. Aclarar las dudas trae la comprensión y ella trae mejores decisiones.

El siguiente paso, es la gestación con su destino implantado y a partir de allí nacerá para ellos el tiempo. Todos, menos el soñador, el luchador, que no acepta la derrota. Cuando interroga el por qué, se entera de que es el único que no tiene un destino, porque su gestación será interrumpida por sus padres. 

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