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Columnistas  |  15 noviembre de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

¿Y al fiscal quién lo fiscaliza?

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Aldemar Giraldo

El hijo de Salustiano Tapias, quien funge como Fiscal General de la Nación, heredó de su padre la atracción por los medios de comunicación (radio y televisión); aparece constantemente ante micrófonos y cámaras para acusar y montar películas, las cuales tiene que desmontar a los ocho días; tiene lengua de oso hormiguero y todo lo que huele lo cuenta a la voz de tres, sin tener en cuenta los estragos que puede causar.

Ha sido abogado de magnates y políticos, asesor de cabecera de Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien lo llevó a la junta directiva de la Casa Editorial El Tiempo; sabe dónde ponen los huevos las águilas y se ha arrimado a las ramas más frondosas del país, unas veces, con politiquería y otras, a través de su firma Martínez Neira, con la cual asesoró muchas fusiones y compras bancarias, como las del Banco Colpatria con Corpavi, la del Banco de Bogotá y Megabanco, y BanSuperior y Davivienda. Don Humberto es recordado como asesor del Proyecto de Ley de los baldíos, en donde trató de arreglar la situación jurídica de los “cacaos” que compraron grandes extensions de tierra, superando los topes establecidos en la antigua Reforma Agraria.

Su nombre se ha vuelto viral por las vuelta canelas en el sonado caso de Odebrecht; según el testigo clave, Jorge Pizano, el Fiscal conocía las irregularidades en el contrato de concesión de la Ruta del Sol II después de revelarse una conversación suya con el testigo mencionado. Son claras las declaraciones: recibió informe oral y escrito, se le hicieron ver las anomalías; además, Martínez le hizo saber a Sarmiento Angulo cómo estaba el “calentao”. ¡Qué vergüenza, el hombre más rico de Colombia enredado en cuestiones de corrupción. Este es el realismo mágico del cual hablan las personas cultas de mi país.

Merece atención el lenguaje florido del Doctor Martínez; en su conversación llama las cosas por su nombre, por ejemplo, el vocativo utilizado para referirse al Ingeniero Pizano, corresponde al saludo mañanero de los ñeros; a los otros los llama, cordialmente, “hps”; su riqueza lexical le dice a uno que se ha dedicado al estudio de los clásicos del morbo y que en su escritorio abundan los apuntes de Cervantes, Góngora y Gracián; lástima que no tiene el sentido del humor que mostró su padre como actor, libretista y comunicador.

La perla más grande es su defensa ante los medios de comunicación: “Se trata de una conversación informal con un amigo; no estaba recibiendo informe alguno ni algo que se pareciese a un denuncio o acusación”.” Esta es la actitud que asumen los amigos cuando uno tiene que actuar como investigador de sus conductas”. Lo grave es que el testigo ya está en el cementerio y no tiene cómo defenderse o argumentar en contra del fiscal mediático.

Pasará el escándalo mediático y las cosas quedarán en tablas; el columnista será un chismoso de oficio y el muerto, un mentiroso. Esperemos las investigaciones de rutina y las denuncias ante diferentes instancias, algo muy largo, pues don Humberto contratará abogados “pesados” para que lo representen y defiendan por las conductas que lo acusarán: omisión de denuncia, encubrimiento, corrupción, administración desleal, falsedad, uso de documento falso, fraude procesal, enriquecimiento ilícito, lavado de activos y concierto para delinquir.

No me quiero meter con causas de muertes de testigos y familiares para que no se me caliente la plaza por desconocimiento y falta de información; una prima me asegura que el fiscal está tambaleando en la hamaca de Sarmiento Angulo. Como decía mi abuela: “Ahí sí hay mucha tela de dónde cortar”.

 

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