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Columnistas  |  20 diciembre de 2018  |  12:26 AM |  Escrito por: Alberto Gómez Mejía

Reflexiones ambientales sobre el Quindío

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Alberto Gómez Mejía

La Asamblea Departamental del Quindío, en una decisión que me honra, decidió otorgarme la Orden del café, categoría oro, grado gran ciudadano, en la modalidad proyección del Quindío a nivel nacional e internacional. La ceremonia se cumplió el pasado viernes 30 de noviembre de 2018, con la asistencia de los honorables diputados y numeroso público. Las consideraciones que tuvo en cuenta la asamblea están relacionadas con mi actividad de conservación de la naturaleza, con la docencia en derecho ambiental y con la labor que he cumplido en el Jardín Botánico del Quindío desde 1979.

Como tuve oportunidad de manifestarlo durante la ceremonia, mi gratitud se extiende, además de los miembros de la duma, a todas las personas y entidades que me han ayudado y respaldado en estas tareas, en las que llevo varios decenios. Nadie puede presumir, y menos yo por supuesto, de que los resultados que hemos logrado, que ya han adquirido dimensiones nacionales y mundiales, sean el fruto de mi realización personal. No. Más de medio centenar de personas vinculadas directamente con el Jardín, que se suman a más de mil amigos y amigas, que han participado en la construcción de la entidad, son los reales merecedores de la distinción.

El Quindío tiene una potencialidad maravillosa no solo en términos de la impresionante diversidad de su biota (todos los seres vivos), sino por las condiciones ecológicas que hacen de esta región un lugar excepcional en el planeta, reconocido por autoridades como el Barón Alexander von Humboldt, cuando caminó por estas laderas de ensueño, a comienzos del siglo XIX.

El entorno natural que tenemos ahora no es el mejor que le podemos dejar a nuestros hijos y a nuestros nietos. Desconocemos de manera impresionante las especies nativas locales, no hay docencia suficiente sobre el tema y hemos invadido todos los espacios, aun las áreas protegidas, con plantas exóticas introducidas. Este es el resultado de no conocer y por lo tanto no valorar lo nuestro. ¿Habrá, acaso, algún quindiano que sepa cuáles son las 21 especies de palmas nativas del Quindío?

Tenemos que hacer una consideración muy especial sobre la protección del paisaje, del paisaje natural, recalco. En todo el mundo se exalta el paisaje como un valor de la naturaleza, y solo apreciar la mancha de plástico que se puede ver hoy en día sobre nuestra cordillera, es una noticia desalentadora que nos puede llevar a una alteración grave y progresiva. Vaya uno a saber si se obtuvo licencia ambiental para esa “modificación considerable y notoria al paisaje” y cuáles fueron las medidas de compensación.

Hay un recurso natural que está generalmente ausente de las preocupaciones de la agenda ambiental: el suelo. Cuando me inicié en 1973 en estos temas ecológicos leí un informe de los años cincuenta de la Federación Nacional de Cafeteros sobre la zona cafetera central de Colombia (que es una mejor expresión que ese estereotipo con tufo fascistoide de “eje cafetero”). En ese informe se indicaba que la región estaba sometida a procesos de erosión severa en más del 50% del territorio. Salvo lo que la misma Federación hizo sobre “sembrar atravesado”, no se ha oído ni leído nada sobre la protección de los suelos del Quindío. Han transcurrido casi 70 años del informe. Es una tarea urgente.

Un factor clave para el futuro será el respaldo y la colaboración a las autoridades ambientales para la preservación de los ecosistemas naturales. La Academia, con la Universidad del Quindío a la cabeza, debe jugar un papel determinante para tratar los temas ecológicos y ambientales de una manera seria, con rigor científico, en contra de la charlatanería seudoecologista que parece pulular en ciertos ámbitos.

Quería dejar estas breves reflexiones como expresión de mi gratitud a quienes hicieron posible que me honraran con esa distinción de la Asamblea Departamental. A los honorables Diputados, al Diputado Néstor Jaime Cárdenas, que la propuso, y a todas las personas y entidades que me han ayudado y que me siguen ayudando en esta fascinante construcción colectiva: la preservación de los sistemas ecológicos del Quindío.

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