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Columnistas  |  28 abril de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

En el Día del Idioma

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Aldemar Giraldo

Anteayer se celebró el Día Mundial del Idioma Español (Día de la Lengua Española en las Naciones Unidas), en honor a Miguel de Cervantes Saavedra, quien murió el 23 de abril de 1616; este genio fue el autor de la primera novela moderna en lengua española: “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”; coincidencialmente, ese mismo día murió William Shakespeare, el escritor más importante en la lengua inglesa.

En la novela de Cervantes, un hombre bajo, gordo y analfabeta- Sancho- decide seguir a Don Quijote en sus aventuras; a pesar de ser realista y vivir en un mundo moderno, ve las cosas desde su perspectiva y le es fiel a su amigo; es tal la compenetración de estos personajes y su reconocimiento mutuo que logran influirse en su comportamiento; en palabras de David Hernández, “al final, Sancho se quijotiza y don Quijote se sanchifica”; intercambian sus objetivos y valores.

El libro ha tenido trascendencia mundial, ya que su contenido resulta ser de carácter universal. Es posible leer allì temas como la sociedad antigua versus la sociedad moderna y lo real versus lo ideal.

En el Día del Idioma, en Colombia, logró mayor audiencia e interés, el enfrentamiento entre dos pesos pesados de la política: Petro y Uribe; al escucharlos es posible entender que la lengua española puede utilizarse para fines loables, como también, abyectos; cualquier persona, un poco ilustrada, cae en la cuenta de que el lenguaje literario, pulcro y musical muere súbitamente en boca de tan ilustres politiqueros; mientras el uno despotrica del otro y, en contravía, recibe amenazas e improperios que siembran cizaña y destrucción, los senadores asisten al entierro de la democracia y a la nueva instalación de la más demoledora polarización.

Parece que es imposible el diálogo respetuoso, como también, perdonar los errores del pasado; se sigue siendo perverso a pesar del indulto y el perdón; pertenecer a un partido de izquierda y pensar de forma diferente constituyen un INRI sobre la frente de quien lo reconoce o profesa; expresiones como “Yo prefiero, ochenta veces, al guerrillero en armas que al sicariato moral difamando” nos dicen que ha desaparecido la responsabilidad social en la mente de algunos líderes políticos; que los niños y jóvenes de Colombia no merecen respeto alguno; que la reduplicación “sicario, sicario, sicario”, verdadera ofensa en nuestro lenguaje, se constituye en una figura estilística en quien transpira odio y resentimiento.

Estos extremismos nos alejan de la paz; el radicalismo exhibido nos regresa a las cavernas, a la edad de la piedra sin pulir y a la oscuridad sin esperanza; para nada sirve el paso por la escuela, el recreo del bachillerato o la permanencia en Harvard si el alma no vomita palabras que inviten a vivir, a soñar y a respetar. La lengua de nuestros ancestros es rica en dicciones, mutaciones y transformaciones para crear y construir.

Todos los días son días del idioma si hacemos brotar palabras que no destruyan la autoestima de los demás; si la relación pensamiento-lenguaje está signada por el respeto y no por la sorna y la pachorra. Como decía mi abuela: “El lenguaje es el vestido del alma”.

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