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Columnistas  |  22 septiembre de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

Ataques contra Arabia Saudita: El gran juego del Golfo Pérsico

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Juan David García Ramírez

Los eventos de los últimos dos decenios han modificado las relaciones de poder en el escenario internacional. No es una afirmación obvia para todos los estudiosos y analistas, pues, a menudo, muchos de ellos interpretan los acontecimientos actuales con la mentalidad estratégica de la Guerra Fría. El contexto económico, político y energético global ha cambiado tanto, y lo hace con tal rapidez, que el manual de instrucciones del siglo XX no resulta útil para entenderlo. De este modo, aunque los actores más relevantes sean en general los mismos, ya su forma de actuar es diferente, pues las circunstancias los han condicionado y obligado a adaptarse.

Así, los ataques contra la mayor refinería de petróleo de Arabia Saudita, que se atribuyeron el régimen de Irán y la facción hutí de Yemen, parecerían un episodio más de la era bipolar, teniendo en cuenta que Irán, el epicentro del Islam chiita, continúa intentando expandir su esfera de influencia hacia el oeste del Golfo Pérsico, prácticamente hasta el Mediterráneo, tanto como lo hizo en los años ochenta y noventa. Lo hace con una estructura de alianzas de la que también forman parte el régimen de Al-Asad, en Siria, o Hizbollah, en Líbano; una estructura que le permite contener a Israel, Arabia Saudita y, desde luego, los Estados Unidos. Sin embargo, un examen de la situación resalta las diferencias fundamentales, tanto en el comportamiento de las grandes potencias como de los poderes regionales del Medio Oriente, desde dos puntos de vista.

Primero, el de los recursos empleados, que dan cuenta del salto cuantitativo y cualitativo que ha dado la tecnología militar: Drones de gran precisión, capaces de causar un daño tan grande como para afectar la producción petrolera de Arabia Saudita por un tiempo considerable. Una demostración indiscutible de la eficacia de los medios no convencionales para conseguir una ventaja importante en el plano de la guerra. El régimen iraní puso a prueba la debilidad y la vulnerabilidad de los saudíes, su mayor oponente en el Golfo, sin recurrir a un gran despliegue de fuerza.

En segundo lugar, la posición estadounidense frente a los ataques, y esto, asociado a la cuestión energética. En el pasado, la reacción de los Estados Unidos habría sido inmediata, probablemente en la forma de un ataque aéreo contra intereses o territorio de Irán, por la importancia que para la superpotencia tenía el acceso al petróleo del Golfo, igual que para los países europeos. Pero desde que Estados Unidos confirmó su autosuficiencia energética, hace alrededor de siete años, las prioridades respecto a Medio Oriente han cambiado, y aunque el petróleo sigue siendo un recurso relevante, el objetivo crucial de la política exterior estadounidense en la zona es la contención del yihadismo y evitar la consolidación de un poder hegemónico, siendo este último el interés preponderante de Irán. Entonces, fortalecer la coalición antiiraní y ejecutar acciones indirectas en Líbano y Siria, son algunas de las opciones que tendría ahora el presidente Trump. Pero el punto de inflexión hoy, está determinado por la preferencia del uso del poder económico sobre el militar: Ciertamente, las medidas económicas impuestas por Estados Unidos han debilitado más a Irán, que una serie de ataques contra sus instalaciones militares. Lo que definitivamente no constituye alternativa alguna, es la indecisión o la inacción. La falta de una respuesta acertada y contundente a los ataques, significaría una victoria para Irán.

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