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Columnistas  |  19 enero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

Nicacio se fue para Nicosia

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Aldemar Giraldo

El 18 de mayo de 2019, el Senado de Colombia permitió que el controvertido comandante del ejército, Nicacio Martínez Espinel, ascendiera a general de tres soles, para permitirle que siguiera como jefe del ejército, un militar que, posiblemente, incentivó, de nuevo, los falsos positivos. El habría reconocido haber formulado tales lineamentos y exigir que los oficiales determinaran objetivos concretos para matar, capturar o forzar la rendición de los grupos criminales y rebeldes; la decisión causó polémica, pero ante el esfuerzo del Ejecutivo y otras altas instancias, como el partido de gobierno, vino la calma después de la tempestad.

El pasado 27 de diciembre, el presidente Duque sorprendió al país cuando expresó que don Nicacio se retiraba del mando por razones familiares, ocasión que aprovechó para engrandecer la imagen del soldado y agradecerle todos los servicios prestados; según él, se marchaba un baluarte de las Fuerzas Armadas, ejemplo para todos y verdadero crisol de valores. Sin embargo, detrás del desfile había un escándalo que salpicaba a mucha gente, incluyendo al general soleado.

La revista Semana denunció, con pruebas físicas, personales y documentales, que “algunas unidades del Ejército se han dedicado en el último año a desplazar a sus unidades móviles y utilizar sus equipos de última generación para saber en qué andan algunos periodistas, políticos, magistrados, e incluso coroneles, generales y comandantes de otras fuerzas”. Resumiendo, las chuzadas ilegales siguen más vivas que nunca; los equipos técnicos de interceptación y los recursos económicos para investigación y seguimiento se están usando para otros fines.

Lo grave es que nadie sabía, ni el Ministro de Defensa, ni el presidente, ni el Comandante del Ejército Nacional, a pesar de que las acciones se realizaban desde las instalaciones del ejército y la información se entregaba al destinatario de oficio. ¿Qué es más grave, no saber, no tener idea de los hechos, o callar para tratar de dorar la píldora? Ambas cosas ponen en entredicho al gobernante y a los funcionarios que se lavan las manos delante del pueblo. Imposible que un militar de alto rango y gran trayectoria saque la mano porque la mujer se lo sugiera o los hijos le limpien el bigote después del almuerzo. Todos sabían qué pasaba y el agua que los mojaba, sin embargo, dieron pantalla con cara de acontecidos. Como siempre, se han ordenado grandes investigaciones, hasta las últimas consecuencias, caiga quien cayere. Amanecerá y veremos.

Qué inseguridad con las fuerzas de seguridad que tenemos; todos los días más comprometidas y con tantas ovejas negras. No queda más que rezar para que no nos pase nada, o si nos pasa, que no nos convirtamos en un falso positivo o en miserable “chuzado”. Como decía mi abuela: “Con putas y soldados, echa la vergüenza a un lado”.

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