• VIERNES,  26 ABRIL DE 2024

Columnistas  |  07 abril de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

OJALÁ LOS RECONOZCAMOS

0 Comentarios


Manuel Gómez Sabogal

Eso espero y eso creo. Porque muchas veces, parecen invisibles para muchos, porque ni los reconocen cuando van por la calle o cuando está haciendo su labor, ya que ni un saludo sale a relucir.

Es decir, tantos valores perdidos, como digo yo, porque siempre están en el anonimato y son quienes más se necesitan en muchas ocasiones. La señora de las arepas, el lustrabotas, el lotero, la peluquera, el señor de la mazamorra, el latonero, el pintor, el mecánico, carpintero, cerrajero, electricista, conductor, albañil, fontanero, cerrajero, tapicero, camarero, pescador, frutero, carnicero, agricultor, herrero, sastre, meseros, mensajeros, domicilios, los que barren las calles, los que van en el carro de basura y una larga lista más. ¿Será que a todos ellos ya se les reconoce? ¿Será que hacen falta en estos días de cuarentena?

Aseadoras y vigilantes, esos desconocidos para gran parte de los habitantes de condominios o edificios o aun quienes cuidan vehículos frente a restaurantes o sitios de gran afluencia. Esos seres increíbles que laboran día y noche o cada dos noches, pero que siempre están ahí.

Ahora sí, saludan a los vigilantes en los condominios, les conocen sus nombres, saben cuándo entran y cuándo salen y, además, al salir les piden favores, porque los residentes no pueden salir de sus apartamentos, ni siquiera usar el ascensor (cuando hay).

En octubre, se me hizo raro que el vigilante del sector del parque de la vida no apareciera como siempre a ayudar a los conductores a organizar sus vehículos. Había un vigilante distinto. Le pregunté: - ¿y mi amigo? La respuesta me dejó frío: - él murió hace un mes.

Recuerdo que, en enero de este año, pregunté por el vigilante del sector del barrio Laureles, a empleados y al mismo propietario de un restaurante al que acudo muchos domingos a almorzar, pues dos domingos atrás no lo había vuelto a ver. La respuesta fue la misma. Ni idea. No sabemos qué se hizo o para dónde se fue. No volvió, no ha aparecido. Pregunté: ¿estará enfermo? ¿saben su número? Ni idea. Es que ni el nombre…Sé que se llama Alirio, pero nadie me dio su número o supo decirme algo al respecto.

Y así, ocurre en muchas ocasiones con ciertas personas que están durante largo tiempo vigilando y a nadie les importa.

Es igual con las empleadas que trabajan en muchas residencias. ¿Será que ahora sí valen la pena? ¿Será que ahora sí se les da su verdadero lugar por su labor?

Cuántos cambios ha habido en diferentes lugares, edificios, condominios, conjuntos cerrados con respecto a vigilantes y aseadores o servidores.

Qué bueno que muchos, que ni siquiera se tomaban el trabajo de saber quiénes eran los vigilantes o las aseadoras, ahora los saludan con respeto.

Ahora, son casi tan importantes como los profesionales o aquellos que se dicen “doctores”, incluso sin serlo.

Por ello, esta nota como para decirles que son fundamentales, son valores perdidos para muchos, pero grandes para otros que sabemos cuánto aman lo que hacen.

Cuando todo esto termine, reconciliémonos con la vida y extendamos un sincero saludo a esas personas invisibles, a pesar de ser tan valiosas. Reconozcamos su labor y reconozcámoslos como personas, como seres humanos que valen la pena.

PUBLICIDAD

Comenta este artículo

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net