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Columnistas  |  29 mayo de 2020  |  12:59 AM |  Escrito por: Rogelio Guevara Villamil

NUESTRO ‘ESTABLECIMIENTO’

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Rogelio Guevara Villamil

Por Rogelio Guevara Villamil

Hay momentos en la vida de cada persona que marca un derrotero que por lo general será la hoja de ruta para el futuro; uno de esos es sin lugar a dudas elegir una profesión. Aunque a veces se llega a un oficio dejando de lado lo que realmente hubiera querido ser, lo que verdaderamente le apasiona, el aspecto económico se impone, hay que buscar lo que tenga demanda en el mercado laboral; por eso a veces nos topamos con profesionales que llegaron a serlo con el solo propósito de recuperar el dinero invertido y explotar una profesión que le dé un buen “status”.

Ser periodista, por ejemplo. Quiero dejar constancia de que estoy usurpando un espacio aquí porque no soy periodista, he trasegado sí, durante algunos años (no pocos) los medios de comunicación, pero en una cabina de locución y tal vez por esa afinidad entre lo uno y lo otro y después de haber leído noticieros escritos por quienes trazaron el camino a seguir por las nuevas generaciones, algo queda, pero siempre he guardado mucho respeto por los verdaderos periodistas.

Y es que esto de ser periodista no es fácil. Voy a hablar primero de los de radio y televisión de las grandes cadenas en donde deben seguir unos lineamientos, es decir, en cierto modo ceder su independencia, ajustarse a la edición de su material en donde le dirán qué se puede y qué no se puede transmitir. Igual sucede en los medios escritos; hace poco llegó a una reconocida revista un señor con los bolsillos llenos de plata, clausuró unas publicaciones que tenía esa casa editorial y empezó a meterle la mano a los artículos de opinión, es decir, a censurar hasta terminar con el despido de uno de los más prestigiosos columnistas.

A propósito hay un libro titulado El establishment, en donde su autor –Owen Jones- dice refiriéndose a su país, Gran Bretaña. “el establishment incluye a los políticos que crean las leyes; a los barones de los medios de comunicación que establecen los términos del debate; a las empresas y a los financieros que dirigen la economía; y a las fuerzas policiales que hacen cumplir unas leyes amañadas a favor de los poderosos”. (Página 15) Cualquier parecido con nuestra democracia ¿será coincidencia?

Para nadie es un secreto (aunque muchos lo ignoran) que los grandes medios de comunicación en Colombia –llámense radio, televisión y medios escritos-, pertenecen a la clase dominante y aquí es más fácil aún porque el banquero es dueño de influyentes periódicos y noticieros de televisión que son los encargados de aleccionar al pueblo.

A propósito, el escritor Héctor Abad Faciolince dice: “Una de las tristezas más grandes del periodismo colombiano es que su peor enemigo sea el dueño mismo del periódico. No todos los dueños de periódicos saben de periodismo. Un caso típico de crasa ignorancia se da con uno de los más importantes accionistas de El Colombiano. ‘Nada contra la patria en el periodismo. Si es contra la patria no se debe publicar’ dijo el padre y fundador de ese periódico. Lo difícil es saber si una crítica a la patria es algo contra la patria. Para mí es obvio que no; para ellos menos”. Lo que fue presente. (Página 552)

Aquí no es por encima de los partidos, sino por encima del periodismo. Así las cosas, queda claro que el ejercicio periodístico le presenta a quien lo ejerce alternativas que lo dejan frente a situaciones muy complejas. Por eso es difícil sostener ya un periódico ya un espacio radial o televisivo (y en estos momentos menos; esta pandemia tiene a muchos periodistas atravesando un período de penurias) sin el riesgo de perder la objetividad. Estamos llegando a la mitad del año y de pauta nada y de ella viven la mayoría de los independientes, es decir, que no pertenecen a nómina alguna.

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