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Columnistas  |  25 septiembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Valentina Suárez Fernández

VALIENTES

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Valentina Suárez Fernández

Valentina Suárez Fernández

La génesis de la humanidad se sitúa en África, Edén primigenio. Allí campean alucinantes riquezas como el monte Kilimanjaro en su punto más alto y también el desierto de Danakil en su propio y majestuoso cuerno. En ese mismo lugar, está la grieta en la corteza terrestre con una depresión de 155 metros bajo el nivel del mar. Con esas inefables bellezas coexisten las insólitas y repudiables costumbres como la ablación femenina y la desnutrición infantil.

De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas para Mujeres -ONU- el 39% de las mujeres en el mundo han sido víctimas de violencia física y sexual, datos de otras fuentes, expresan que el 45% de las mujeres africanas han sido vilipendiadas. Unas y otras cifras ubican este continente en el poco honroso puesto de ser el primero en cantidad de vejámenes contra las mujeres. En ese contexto, las leyes de protección a los derechos femeninos son una utopía porque sigue campeando en momentos de conflicto y post conflicto, la explotación sexual, el reclutamiento de niñas soldado, los abusos sexuales en el marco de la familia y el matrimonio infantil. En este orden de ideas, la violencia doméstica es apenas un punto ciego en el marco de un escenario desolador cuando nace una niña en África.

Parecería que Mbaba Mwana Waresa y Oshun con sus poderes para hacer retumbar el trueno, controlar el arco iris, la lluvia, la agricultura desde las altas moradas de las nubes; y, Oshun, solucionando misterios de fecundidad y ganando la partida a los dioses, hacen oídos sordos a las jaculatorias y letanías de todas las mujeres africanas.

Basta entonces de quejas, aquí están las “Akashinga”, en Zimbabue organizadas desde 2017. Ellas que han sido víctimas de violencia doméstica, condiciones paupérrimas de vida y madre solterismo, alistaron sus cuerpos y su voluntad para crear un grupo de defensa y protección de elefantes. Los protegen con entretejidos lazos; aplicando la sonoridad para protegerse y proteger a los elefantes de la caza furtiva y el tráfico de marfil. Akashinga espera reclutar a más de 1.000 mujeres para resguardar una red de 20 antiguas reservas de caza. Ellas armadas y con alto entrenamiento militar hacen de este emprendimiento un sostenible proceso en el que amparan la fauna silvestre y se amparan a sí mismas de los agresores familiares, intrafamiliares y sociales. Ellas vigilantes y a la defensiva cual diosas oshunas o waresas.

Este es el resultado de la fuerza y la resiliencia femenina que en palabras de Margareth Shuler es el “proceso por medio del cual las mujeres incrementan su capacidad de configurar sus propias vidas y su entorno, una evolución en la concientización de las mujeres sobre sí mismas, en su estatus y en su eficacia en las interacciones sociales”. Mujeres Akashingas -valientes- acerquen la capacidad, la concientización y eficacia, al fervor inspirador de las diosas ancestrales. El famoso dúo cubano, Celina y Reutilio, en 1946, las invocaron en su composición e interpretación diciendo en su son montuno, “Virgen de Regla”, “Oh mi Yemayá/ Quítame lo malo/ Quítame lo malo/ Y échalo en el mar/ Madrecita santa que estás en el cielo/ Cuídanos mi virgen con tu protección”. Las Mujeres Akashingas son solo una de las inspiraciones reales para quienes hoy sufren de cualquier tipo de Violencia.

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