Por El flaco Jiménez

La tia Eunice frunció el bigote cuando le conté que un tal señor Hoyos me insultó en La Patria porque yo dije que MANIZALES ERA UN PANTANERO en sus inicios y los marranos se paseaban y se revolcaban en las calles.

“Pendejo tan bobo, respondió mi tía, con ese acento arrastrao campechano, si todas las ciudades eran un pantanero en esa época, no ve mijo que no había llegao el pavimento todavía. París, la ciudad luz, donde yo pasé la luna de miel; también era un pantanero cuando la fundaron”.

Yo le creo a mi tía, porque ella conoció el arco iris cuando era en blanco y negro y seguramente estuvo en la fundación de París luciendo un sombrero emplumado y una piel de zorro en los hombros, como todas las señoras encopetadas del Manizales viejo.

Manizales ya tenía más de sesenta años en 1925 cuando se casó mi tía y todavía la calle estaba sin pavimentar. Ese año hubo carnavales y filmaron Manizales City, un documental muy elegante donde se ven claramente, ya no los marranos, sino los automóviles de último modelo, paseando por el pantanero.

“Es que hay mucho acomplejao mijo, ---siguió diciendo mi adorable tía mientras sacaba un álbum de fotografías del baúl traído de Paris---. A mí no me da pena decir que mi abuelo consiguió plata arriando mulas por esos pantaneros. Pero mírelo bien mijo, vestido con paño inglés y a pie limpio todavía. Cuando lo fueron a encachacar pa´ la foto, no hubo zapato que le sirviera. Se sentía orgulloso de ser arriero, no como esos filipichines de ahora”.

Me despedí de mi tía, después de tomarme el chocolate con galletas saltinas, y me fui para el café a buscar al señor Hoyos.

Allá me contaron que el señor Hoyos ha publicado unos libros estupendos, pero desgraciadamente muy mal editados. “…el lector seguramente resentirá su caótica puntuación, ortografía y sintaxis” dijo Mario Jursich en la revista Arcadia acerca del excelente texto “Toriles el otro mundo” de Fernando Macías”

Al escuchar esto yo pregunté cómo era posible que un tipo que vive de los libros no sabe distinguir entre los géneros de ficción y no-ficción.

Porque la santa ira de Hoyos se debe a que El Quindiano.com periódico virtual muy acreditado ya, publicó un cuento donde hablo del padre Ocampo, falsificador de moneda y primer párroco de Manizales.

El señor Hoyos me acusa de tergiversar la historia. Pero si yo nunca he posado de historiador estimado señor. Soy cuentero, humorista y escritor. Si es cierto que soy un payaso a mucho honor, porque cumplo la honorable función de divertir al prójimo en este mundo cruel, como lo hacía ese otro gran escritor manizaleño Rafael Arango Villegas a cuya obra he dedicado gran parte de mi vida.

Rafael Arango que amaba a Manizales tanto, o más que yo, contaba también historias de cuando la ciudad era un pantanero. Y es que Amor no quita conocimiento, como diría mi tía Eunice.

Encontré por fin al señor hoyos en la plaza de Bolívar y lo desafié a un duelo. No por lo que dijo de mí en La Patria. Eso lo perdono, pues si de algo estoy seguro es que no sé nada de historia.

Pero lo que no perdono es la bellaquería de insultar a mi padre, diciendo que participó en los saqueos cuando se incendió Manizales. Casi que lo señala de ser castro-chavista en 1925. Menos mal que no le conté eso a tía Eunice porque lo hubiera encendido a carterazos.

Hoyos me miró con esa altivez típica de “Los blancos” manizaleños, desenfundó su pistola Luger alemana y me hizo un tiro a quemarropa. Yo me limité a estornudar y le pegué el coronavirus.

Ahora estamos los dos en el hospital y hemos hecho las paces, mientras recibimos la visita de mi tía Eunice. Tan querida. Le trajo manzanas a Pedro Felipe, las desinfectó con alcohol cuaternario y conservando la distancia social, le preguntó: Decime una cosa home mono: ¿De cuáles Hoyos es que sos vos? ¿Quién es tu papá? ¿Por dónde tiene la finca ustedes?