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Columnistas  |  26 noviembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: María Nelly Vanegas Agudelo

EL DEDO EN LA LLAGA

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María Nelly Vanegas Agudelo

Ma Nelly Vanegas Agudelo

Ayer se celebró el día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer. De ello se empezó a hablar de manera formal, a partir de la convocatoria hecha por el movimiento feminista latinoamericano en 1981, conmemorando la fecha en que fueron asesinadas, las hermanas Mirabal en República Dominicana, en 1960

El reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres respecto a sus derechos, se inicia por parte de los Estados y no de todos, en los comienzos del siglo XX. En Colombia en el año 32 bajo el gobierno del presidente Olaya Herrera, la Ley 28 otorgó el manejo a la mujer de sus bienes. Todo esto quedó en la letra, pocas mujeres eran propietarias y a pesar de la ley, sometidas a su pareja.

En 1999 la jornada de reivindicación, fue asumida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 54/134 el 17 de diciembre de 1999; veintidós países se comprometieron a “Continuar realizando esfuerzos para prevenir, combatir y sancionar la violencia contra la mujer”.

El sometimiento económico, encubría toda una forma de dependencia, aparejado con maltrato manifestado en diferentes formas que empiezan a visibilizarse a partir de investigaciones, estudios y avances de la ciencia, como la Antropología, la Psicología y el Derecho entre otras; pero los avances de estas disciplinas son lentos, dado que abordan el tema a partir de la descripción primero, la explicación más adelante, pero no desde la solución. En honor a la verdad, son las manifestaciones de las feministas cuyo movimiento social es lo que presiona para que se empiece a asumir como un problema social y político a partir de su redefinición.

En la cultura patriarcal, la violencia ha sido considerada como normal y asunto familiar; así, que las creencias, actitudes y comportamientos que la sostienen deben trabajarse desde los significados que se dan al trato y comportamiento hombre mujer dentro del hogar, en el proceso de socialización de niños y niñas, los cuales se van interiorizando, asumiéndose como normales, roles, funciones y comportamientos, de poder y sumisión, que las distintas sociedades adjudican a cada uno de los sexos convirtiéndose en representaciones sociales compartidas y aceptadas por toda una cultura y replicadas en los diferentes ámbitos de la misma. Es sobre estas representaciones que se debe trabajar desde la educación y formación de niños-niñas y hombres- mujeres

La cultura machista asigna al hombre el rol dominante y a la mujer el de dominada; la construcción de identidad del hombre se fundamenta en el poder y dominación, y en la represión de emociones, estas, son interpretadas como debilidad y asignadas culturalmente a las mujeres

La construcción de la identidad femenina, se da a partir de dos representaciones sociales disociadas entre sí: la maternidad, asignándole a ella el servicio y cuidado de los demás, y , como objeto no sujeto de placer; convirtiéndose así en objeto de apropiación y deseo, es decir en cuerpo para el otro

Estas dos formas de organización de identidades masculinas y femeninas conllevan a una realidad de desigualdad que facilita las situaciones de violencia

Para ser madre no se requiere ser mujer; se sabe que el instinto maternal es una creación simbólica que se da a partir de un vínculo que va más allá del género, y que la cultura asigna en forma exclusiva a la mujer, lo que es muy importante para comprender el estereotipo socio-cultural de la feminidad

Lo anterior nos lleva a considerar, que es a partir de la educación en el hogar y posteriormente en la escuela, desde una perspectiva de igualdad, como se puede hacer un verdadero cambio para que las identidades de los niños y niñas se vayan construyendo desde la complementariedad

Para ello, las mismas mujeres deben romper paradigmas y de construir representaciones e imaginarios despojándose de creencias machistas heredadas y que replican en sus hijos, o alumnos. Conviene, así, educar en el respeto de la diferencia y la aceptación del otro. Niños y niñas deben ser formados en el servicio a los demás, no de unos hacia otros

Deben construir su identidad de mujer y la de sus hijas, y ayudar a construir la de sus hijos, a partir de entender la maternidad y el cuidado del otro no como una función eminentemente femenina, entendiendo que la maternidad no es solo un hecho biológico, sino psíquico y social, ya que como tarea y función puede y debe, ser ejercida tanto por hombres como por mujeres, lo que posibilitará crear vínculos seguros y amorosos

Han de cambiar la concepción rígida y estereotipada del papel del hombre y la mujer, para que al educar y formar a sus hijos e hijas estos aprendan a aceptar la diferencia, eliminando así, la desigualdad en derechos y en deberes, lo que posibilitará el trato equitativo y respetuoso de los hombres hacia las mujeres, entendiendo que somos todos pertenecientes a la misma especie y juntos estamos obligados a edificar un mundo sin violencia, un mundo mejor!

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