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Columnistas  |  18 diciembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Roberto Estefan-Chehab

EL MENSAJE DEL AMOR

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Roberto Estefan-Chehab

Roberto Estefan Ch

"Ven a nuestras almas ven no tardes tanto" querido niño Jesús: tener fe no es fácil, menos aún en estos tiempos en los que la ciencia y sus avances "positivistas" pretenden explicarlo todo excluyendo de ‘la verdad’ lo que no se logre demostrar por el rigor de su método. Es muy importante que el hombre intente y logre desarrollar maravillosos avances en pos de una mejor esperanza de calidad en los ámbitos del diario vivir: nadie puede refutar la importancia de la luz eléctrica, los modernos medios de locomoción, el progreso excelente de disciplinas como la Medicina, la Ingeniería, las comunicaciones y en general todos los campos del desempeño humano: qué maravilla esa constante cascada de nuevas posibilidades que tenemos, generamos y disfrutamos sin parar.

El ser humano hace cosas increíbles y maravillosas y, sin embargo, no ha aprendido los límites; entonces ahí radica su eterna soledad. Es obvio que lo infinito es una realidad inmodificable por más inteligencia, por más logros, por más asombrosas cosas que aparezcan como resultado de ejercer ese inmenso potencial.

Hay personas que niegan a Dios, duro tema y hay personas que no creen Él, pero no lo niegan: respetable posición que alberga siempre una esperanza pues Dios, para quienes creemos, no niega a nadie y siempre está dispuesto con su espíritu abierto como una luz que jamás se apaga: creo que eso es una clara prueba de amor, no solo de la parte de Él, también de cualquier ser que ama y no abandona, siempre está ahí como un faro para que en el periplo haya una sensación de seguridad por oscuro que se torne el horizonte, por momentos.

Una madre está presente aunque el hijo la destierre, por momentos, de su panorama: ella, o sea, el amor permanece incólume y en algún momento, en el que se necesite, sus brazos abrazarán a quien por momentos se alejó. Por eso, ese estribillo que se repite en cada novena de aguinaldos es tan bello: "ven a nuestras almas, ven no tardes tanto".

Hay sin embargo una reflexión sobre esa plegaria y consiste en que probablemente quienes "tardamos tanto" somos nosotros pues cuando necesitemos del amor del Niño Jesús, Él siempre está ahí. Busquémoslo, creamos, tengamos fe y habrá mucho más plenitud en nuestras almas.

El mundo está enfermo porque así lo hemos querido nosotros: la capacidad de asombro se ha perdido y eso es un muy mal síntoma, puesto que casi cualquier cosa parece ‘normal’ y resulta que el concepto de normalidad, lleno de elementos socio-culturales, no es aplicable en todas partes de la misma manera pero nos lo han ido imponiendo sencillamente como una manera de justificar errores, en muchos aspectos de la modernidad. Lo moderno parece ser un concepto que en su aplicación destierra a lo tradicional y eso es peligrosísimo pues es el caballito de batalla para legislar en contra de valores innegociables e incluso atreverse a desafiar a los principios. Prueba de todo ello está presente en cada momento de la humanidad: el medio ambiente muy deteriorado, los países armados con ojivas que, a merced de la fragilidad humana, pueden aniquilar a nuestro planeta y todo lo que en él tiene vida; la vanidad, de nuestra especie, que todo lo calcula, lo planea y lo actúa muchas veces irresponsablemente, la corrupción y la crueldad que la acompaña y en fin, tantos errores por cuenta de perder la fe, y escoger vivir en pobreza espiritual. No se trata de rezandería, se trata de equilibrio y humildad para ser verdaderamente sabios o al menos, hacer las cosas bien. Por eso escribo y comparto hoy estas elucubraciones: todos somos iguales y necesitamos entender que Dios está en todas partes, no como un perseguidor sino como una energía de amor: en las plantas, en los animalitos, en nosotros, en las nubes y la lluvia, en el embarazo y el nacimiento, en la educación y la familia y esta época de Navidad es un lindo momento para creer. Nada tiene de agresivo, está llena de amor.

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