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Columnistas  |  22 enero de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: James Padilla Motoa

VOLVIERON LOS VÁNDALOS

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James Padilla Motoa

Por James Padilla Mottoa

Volvieron los vándalos del fútbol a hacer de las suyas en las calles de Armenia, con motivo del juego que se había anunciado en el estadio Centenario entre el Deportes Tolima y el Atlético Nacional. Nada sorpresivo; todo dentro lo que ha sido la constante del último tiempo en esa especie de perversión en el ambiente que rodea el fútbol profesional en todo el mundo.

Pero no nos engañemos buscando culpables de los desmanes cometidos por un grupo de atarvanes violentos que aprovechan estas ocasiones para darle rienda suelta a sus más bajos instintos. Y muchísimo menos responsabilizar al alcalde José Manuel Ríos por unos hechos que son ya de común ocurrencia en cualquier parte donde se presenten algunos equipos, entre ellos el Atlético Nacional.

Leímos y escuchamos todo tipo de opiniones; desde las más radicales pidiendo que acaben con el fútbol profesional hasta las más bobaliconas que piden no volver a prestar el estadio local a equipos de fuera. Todas ellas salidas de tono porque hay en esas posturas una ausencia de conocimiento sobre los elementos entrañables del fútbol rentado.

Esto es un espectáculo que nada tiene que ver con esa lúdica de la violencia que manifiestan los que convierten calles y sitios aledaños a los escenarios en campos de desorden. El fútbol profesional es un espectáculo que parte del concepto general del negocio como manifestación empresarial en el que intervienen diferentes actores, entre los cuales el periodismo deportivo es uno de los más importantes.

Negarnos la posibilidad de realizar un partido de fútbol profesional por el temor que infunde un puñado de desadaptados o castrarle a una ciudad el privilegio de un espectáculo futbolístico de primer orden, es concluir que esos violentos nos cercaron y nos derrotaron.

Hay autoridades que tienen la misión constitucional de velar por el orden y salvaguardar la vida y los bienes de los asociados y son ellas las que deben afrontar estas responsabilidades.

Respetuosamente invito a mis colegas para que reflexionen un poco respecto de estos acontecimientos y sobre todo, las diferentes posiciones asumidas frente a la negativa que finalmente se dio para la realización en el estadio Centenario del juego entre Deportes Tolima y Atlético Nacional: no me canso de repetir que aunque todos los deportes son importantes para la sociedad, el fútbol profesional ha sido siempre la materia prima de nuestro trabajo, porque se trata de una actividad de grandes ribetes comerciales que deriva en la ocupación de los periodistas especializados.

Tengan la plena seguridad que ninguna empresa periodística contratará un sólo profesional de la comunicación deportiva en ausencia del fútbol rentado. Entonces, creo que no es inteligente renegar de la posibilidad de un partido de fútbol profesional sólo porque acechan unos cuantos vándalos que parece han desbordado la capacidad de nuestras fuerzas policiales para hacerles frente y reducirlos. Me pregunto ¿qué podría pasar mañana cuando nuestro anhelo de volver con el Deportes Quindío a la categoría A se concrete y tengamos que recibir en la ciudad al Nacional, América, Medellín, Pereira u Once Caldas, para mencionar sólo algunos equipos que tienen hinchadas reconocidamente violentas? ¿Será que también vamos a negar el escenario para el espectáculo?

Y tampoco le demos vigencia a la excusa de las aglomeraciones y el riesgo de los contagios de Covid. Nunca la reunión de unos cuantos fanáticos en los alrededores del estadio o en sitios predeterminados de la ciudad, podrá ser mayor o más peligrosa que las que vemos diariamente en las calles del centro, en cercanías de la Plaza Bolívar o en los predios del CAM.

Hace mucho tiempo lo dije y ahora lo repito: en esto estamos dando la solución del marido engañado en el sofá: estamos vendiendo el sofá.

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