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Columnistas  |  06 mayo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Álvaro Ayala Tamayo

MI REFORMA TRIBUTARIA

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Álvaro Ayala Tamayo

Por Álvaro Ayala Tamayo

Nos encontramos en un círculo vicioso y la distancia entre los dos es cada día más grande, rima la canción. Solo hay una salida: adelgazar el Estado. De no hacerlo, dentro de cien años los ciudadanos que por esa época subsistan, marcharán por las mismas peticiones de hoy.

Lo que buscaba el indolente Carrasquilla, era asegurar la nómina oficial, el resto que se joda. Es urgente frenar la corrupción de las personas que tienen dos o más contratos oficiales y son tan descarados que no van ni a presentar el informe al que obliga la ley. Hay que poner un tope para que ningún funcionario o contratista gane más de 12 salarios mínimos legales mensuales, comenzando por el presidente de la República. Si así sucede la gente no se interesa en ingresar a lo público y se incentiva el emprendimiento y el trabajo privado. Ahí está parte del secreto para crear una verdadera revolución laboral que dinamice la economía.

En términos prosaicos, acabemos con la teta estatal. Aumentar a 70 años la edad de pensión para empleados públicos. Descarado, atrevido, me dirán por la iniciativa. De eso se trata, les respondo. Que pocos busquen la nómina oficial y así alcanzan los impuestos para educación y salud. No somos Estado socialista, entonces acabar con los subsidios aportados por los estratos 4, 5 y 6. Que el tesoro nacional tenga recursos y los aporte directamente. Suprimir las primas especiales, gastos de representación, bonificaciones y todas las arandelas económicas que tienen altos dignatarios, asesores, consejeros o comisionados. No se modificará la actual edad de jubilación para trabajadores privados. Cuando esto suceda la gente se va a poner pilas y no va a querer engrosar las filas de la burocracia.

Si el presidente, ministros, congresistas, magistrados y demás, siempre dicen que su vocación es de servicio, entonces que lo demuestren ganando 12 salarios mínimos. La única excepción serían los maestros y el personal médico y sanitario. Sin quien nos eduque somos menos que nada. Sin médicas y enfermeros no hay salud ni vida. La reforma tributaria tumbada solo tenía ingredientes recesivos que frenan las oportunidades a un país que en un año pasó de 17 a 21 millones de pobres. Eso es una vergüenza, incluso en tiempos de pandemia.

La reforma tributaria tiene que contribuir a la lucha contra el cambio climático, así que se deben acabar los vehículos oficiales. Para fin de año los sueldos aumentarán de $ 34. 417.000 a $35.600.00 para el presidente, ministros, magistrados, procurador, contralor, fiscal y otros. Estamos en el mismo lugar y en peores condiciones que hace 45 años cuando los rufinistas salíamos en Armenia a pedir lo mismo de hoy.

Apoyar a las personas a crear empresa y bajar los impuestos a la industria privada es el camino más corto para llegar a la meta del crecimiento que busca cualquier nación que quiera progresar. Eliminar tantos obstáculos que ponemos a las empresas extranjeras que quieren hacer negocios, también es imperante.

La nómina estatal siempre es un lastre. Se debe convertir en obligatoria a partir de los 18 años la declaración de renta. Ese requisito no exige tributar, pero así el Estado puede combatir la evasión. Con la tecnología de hoy elaborarla es simple y fácil. Sin declaración de renta nadie podrá inscribirse al SISBÉN, ingreso solidario ni a familias en acción. Así se evitan los miles de colados que roban a los que verdaderamente lo necesitan. Aunque es hora de eliminar los subsidios y ayudas en efectivo para los más pobres. Se necesitan proyectos macro para sacarlos de la eterna pobreza a través de oportunidades de trabajo digno.

Los políticos convirtieron la miseria en un negocio rentable. Por esa razón Carrasquilla los multiplicó de manera desproporcionada en tiempo récord. Los pobres no necesitan limosna, hay que brindarles oportunidades. No nos hagamos ilusiones, la reforma tributaria cayó, pero su cepa mutará para ampliar la pandemia de la pobreza. No seamos ingenuos el regalo de Navidad será un caramelo envenenado con una reforma tributaria bautizada con otro nombre. Ojo a la mermelada. Es la evasión...tramposos, la otra causa de este desastre. Los encargados de controlarla no lo hacen porque son los más pillos

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