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Columnistas  |  11 junio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: María Nelly Vanegas Agudelo

COLOMBIA NECESITA ENCONTRAR EL CAMINO

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María Nelly Vanegas Agudelo

María Nelly Vanegas Agudelo

Cuenta la historia que las palabras que utilizaba en sus discursos Robespierre, no solo tenían la influencia de las ideas de Rousseau, sino que igual que en aquel, se notaba falta de rigor en el manejo de las mismas, ya que había incoherencia entre su representación y el comportamiento que incitaba en el pueblo, pues las utilizaban de acuerdo a las exigencias del momento no a su verdadero significado. Así que libertad, estaba más acomodada al marco inflexible de sus deseos.

Libertad es de acuerdo al diccionario, la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad.

La Constitución no define en forma clara lo que es la libertad sino que la supone a través de una serie de garantías y derechos.

Establece que: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación...”

Ampliando el concepto, se tendría que considerar dentro de la libertad aspectos puntuales ligados a derechos como el de participación, expresión, empleo, acceso a educación y a la salud; pero además, garantías de transparencia como la no corrupción y otros más.

De acuerdo a ello todos deberíamos disponer de las mismas oportunidades para desarrollarnos en una sociedad justa.

Para el filósofo John Rawls, la libertad está muy relacionada con la justicia y la igualdad.

Si se tiene en cuenta las definiciones, se puede concluir que los marchantes de cualquier edad en el caso actual, generalmente jóvenes, estaban haciendo uso de su libertad con toda la razón eso no entra a discusión.

Legítimo derecho que todos entendemos y respetamos, pero al igual que la medida del gobierno de pasar en un momento tan crítico una reforma tributaria que fue nefasta por lo delicado de la situación, de igual manera las marchas, por lo complejo de la misma, terminaron en algo que parece no tener pies ni cabeza y que en últimas no se sabe para dónde van porque cada grupo pide cosas distintas.

Unos protestan contra personas, otros reclaman diferentes cosas, algunos más allá de lo que presupuestalmente se puede y no resultan viables, otros no saben ni lo que quieren.

Es decir lo que en otro momento y bajo otra circunstancia hubiera sido entendido y apoyado por toda la ciudadanía, dividió el país, pues al igual que la mentada reforma que enardeció al pueblo, acabó de darle una estocada mortal a la economía y al parecer a la salud.

A ello, se le sumaron los vándalos que aprovechando las circunstancias han generado una serie de desmanes a los que ha respondido una fuerza pública sin control, agravando la situación y dando paso a que los agitadores causaran destrozos a bienes públicos y privados que después, hasta a los mismos marchantes o a sus padres les tocará pagar. Es decir, los daños los pagaremos todos los colombianos.

Sumado a ello, se perdió la perspectiva de todo, la pandemia y sus consecuencias dejó de ser importante y los contagios se dispararon y en aras de una libertad mal entendida, la protesta termina convirtiéndose en ángel de la muerte como Saint- Just.

Los médicos extenuados se quejan con toda la razón. Ellos también tienen derechos. Los hospitales no dan abasto, las muertes y contagios se dispararon. Era de esperarse!

Habría que decir entonces como María Antonieta de camino al cadalso “Libertad cuantos crímenes se cometen en tu nombre.”

Crímenes de parte de la fuerza pública que sin control arremete contra todo lo que se mueva, crímenes de los infiltrados que en las marchas, de manera irracional, provocan a la fuerza pública para después ellos, adiestrados para la huida, dejan a los marchantes, personas muchas veces ingenuas y no preparadas para la confrontación, a merced de una policía entrenada especialmente para el combate. Crímenes de parte de los revoltosos que arremeten con bombas tanto hacia la policía como hacia ciudadanos y a edificios. Crímenes de los mismos manifestantes al saltarse las medidas y protocolos de seguridad.

Ambos bandos están compuestos por jóvenes soñadores, con ilusiones, muchos de los policías provienen de familias pobres; igualmente muchos de los marchantes reúnen las mismas características.

En ambos lados los esperan al final de la jornada y con el corazón arrugado por la angustia, madres y familias que comparten las mismas necesidades y tienen las mismas ilusiones.

La libertad no es hacer lo que nos dé la gana, ni constituye la garantía de derechos para unos si y para otros no. Hay algo que no parece estar claro en la mente nuestra y es que los derechos van a la par con los deberes, para que todos tengamos las capacidades y posibilidades de satisfacer nuestras necesidades o voluntades.

Se entiende que las marchas buscan cambios que se deben dar para que haya mayor equidad en la distribución de la riqueza, pero las mismas, no debieron permitir los desmanes que se produjeron, ellas debieron ser organizadas, racionales y no impulsivas, dando paso al desorden y la anarquía por parte de grupos que ni se sabe qué es lo que quieren, pero que por su desorden y violencia se deduce que el caos, la agresión y desorden lleva a una reacción: la represión

La pregunta es: los líderes de las marchas pacíficas tenían previsto todas las posibles circunstancias; sabían cuáles eran las peticiones claras que le iban a hacer al gobierno, calcularon lo viable de las mismas o entraron en el país de la utopía y decidieron pedir el oro y el moro hasta que la verdadera razón de las mismas se desdibujó, dando lugar al caos y los bloqueos que produjeron desabastecimiento y quiebra de pequeños y grandes empresarios nacionales.

Para el gobierno, también hay muchas preguntas: está dispuesto a la escucha activa y por ende al dialogo, buscando el bienestar de todos en forma equitativa, se ha dado cuenta que una de las principales causas de descontento es la corrupción.

El congreso está dispuesto a cambiar sus prácticas. Alcaldes y gobernadores van a seguir siendo ruedas sueltas pasando de agache ante circunstancias tan graves.

Igual que en la época de la revolución francesa preocupa que de forma irracional el pueblo buscando cambios, termine estableciendo su propia dictadura.

En las arengas que se oyen de parte de algunos grupos que se involucran con los marchantes, confunden las palabras de odio producto de un paroxismo de furia primitiva que invita a la destrucción, acaso el ímpetu juvenil les nubla el pensamiento al igual que a Marat en la revolución francesa?

El cambio no puede surgir de un impulso ciego y temerario, tiene que ser producto de reflexiones juiciosas que exijan derechos que cobijen a todos.

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