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Columnistas  |  16 junio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Más de un siglo después... Vidales suena como un timbre (Segunda parte)

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ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Por Álvaro Mejía Mejía

La poesía de Vidales le da sentido a la frase de Shelley: "el poeta no es una reliquia del pasado sino un presagio del futuro". Esa misión concebida del modo más natural, e incluso inconscientemente, por medio del despliegue del poder de la imaginación. Pero más aún, como lo expresara Riambaud, "el poeta debe luchar por convertirse en un profeta para alcanzar lo desconocido, para inventar un lenguaje totalmente nuevo..." Eso fue lo que hizo Luis Vidales, sacar el poema de los moldes, estereotipos y clichés imperantes en una época.

Independientemente de si nos gustan o no sus escritos, Vidales causó un revuelo en la poesía colombiana. Después de él, surgieron nuevas formas de expresión poética, que no sepultaron las del pasado, porque lo bueno siempre sobrevive a las modas y los embates del tiempo, pero que sí abrieron caminos a voces más libres y contemporáneas.

En ese oleaje, hay cosas muy buenas, pero otras alejadas de la auténtica poesía. Allí suelen camuflarse recicladores de palabras, fusileros de ocasión, sembradores de notas disonantes, verdugos del buen gusto, entre otras especies de la mediocracia.

La creación original consignada en Suenan Timbres causó estupor, admiración y escándalo en los círculos intelectuales del país. La primera edición se agotó en tres días. El aedo era agredido en las calles por los sacerdotes y seguidores de los alejandrinos. Ellos no podían aceptar que la poesía pudiera tener sonidos diferentes a los tradicionales.

Pero, como nadie es profeta en su tierra, al tiempo que lo insultaban en Bogotá, poetas de la talla de Alberto Hidalgo, Jorge Luis Borges y Vicente Huidobro le publicaban seis poemas en el Índice de la Nueva Poesía Americana (Sociedad de Publicaciones el Inca, Buenos aires, 1926). Por esas paradojas del destino, ese hecho solo lo conoció Vidales a sus 82 años,

Si Luis Vidales abre las puertas de una nueva poesía es, precisamente, otro poeta nacido en el Quindío, Juan Restrepo Fernández, quien ha logrado superar, ya no los esquemas de las antiguas escuelas de las que también se nutre, sino el lenguaje poético figurativo, para conducirlo al complejo arte de la creación pura. En su poesía palpita otro mundo. Las frases parecen incoherentes, dentro de una lógica racionalista, pero nos relatan, con precisión pasmosa, el acontecer de una realidad paralela, onírica, o como quiera llamársele. Al fin y al cabo, la de un universo que el vate pincela cuidadosamente. A él se le presenta en penumbra, pero, como el Demiurgo de Platón, sabe interpretarla en su esencia lumínica. Sobre este nombre habrá de fundarse una nueva vertiente literaria, porque no tiene parangón en la lírica universal.

Pero volvamos a Luis Vidales. Este es un poeta esencialmente vanguardista. Como lo explica Matei Calinescu en su obra Cinco Caras de la Modernidad: "...lejos de estar interesado en la novedad como tal, o en la novedad en general, realmente intenta descubrir o inventar nuevas formas, aspectos, o posibilidades de crisis. Estéticamente, la actitud vanguardista implica el rechazo más obtuso de ideas tradicionales tales como la de orden, inteligibilidad, e incluso éxito."

Con su libro Suenan Timbres, Vidales no solo se puso en sintonía con los vanguardistas del continente, sino que impuso una forma de escribir caracterizada por la brevedad, el humor, la paradoja y la ironía. Al comentar sobre la particular naturaleza de sus textos, el poeta explica: "Contra lo que pueda creerse mi renovación poética comenzó por la prosa... Ni cuento ni poema en prosa, algo así como un nuevo género, pero sin pretensiones de serlo". Es por ello, que Vidales es considerado el fundador del minicuento. De hecho, sus poemas se nutren de la ficción propia de ese género literario.

Antes de publicarse el libro Suenan Timbres escribió el relato El antipático (1924), en donde en tono de reproche le habla a la piedra con estas palabras:

¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra! Sembrada en el limo vigoroso, ¡quién sabe cuántas primaveras han resbalado por tu vientre, y sin embargo tú –como las vírgenes– te mostraste dura y rehusaste soltar el fruto! ¿Acaso no has pensado en lo exótica que sería tu flor, tu pequeña flor gris? Pero no. Es preciso que no hayas oído nada de lo que dije. Tú eres de la casta de las estériles. ¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra! ¡Sobre ti caerá un día la maldición de los hombres!

Curiosamente, en Suenan Timbres le vuelve a escribir a la piedra, pero esta vez en términos casi infantiles:

¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra! / Yo quisiera saber / desde qué época nebulosa del mundo estás dormida. / ¿Por qué vives dentro de ti misma? / ¡Oh piedra! ¡Oh pobre piedra! / Yo espero el día / –el día maravilloso de una nueva etapa– / en que vas a salir de tu largo sueño. / Y será bello verte. / Pues para entonces/ moverás las patas / y sacarás lentamente la cabeza / y ante los hombres asombrados / empezarás a arrastrarte por el mundo.

 

Espere la tercera entrega.

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