Roberto Estefan Chehab

Si no se ha dado cuenta, hace algunos años empezaron los llamados “influencer” a intentar manejarnos como “idiotas útiles”. Esos nuevos personajes están dedicados a “llenar los vacíos” de quienes no conocen la historia, con amañadas artimañas que no tienen un solo ápice de pertenencia patriótica. Tanta porquería, tanta afirmación en redes sociales, matizadas con irrespeto y grosería, no son en lo más mínimo una campaña amorosa hacia el futuro de la patria, no señores; nadie puede negar que el señor Álvaro Uribe Vélez gozaba de una aprobación porcentual inmensa, incluso cuando dejo la presidencia de la república y prueba de ello fue el triunfo del señor Santos en las elecciones, sencillamente porque era el candidato de Uribe que le entregó su apoyo y confianza con base en un deseo colectivo por continuar esa línea de gobierno y así se subió Santos al poder estrenándose con un discurso pleno de adulaciones y reconocimientos, increíble y fastidioso recordar eso hoy, para quien hasta ese día fue su jefe. No pasó mucho tiempo para que se viniera una verdadera debacle por cuenta de las actuaciones del nuevo presidente, comenzando por su “nuevo mejor amigo”, juego de palabras engañosas y hasta traicioneras con la misma patria: ni mejor, ni mucho menos amigo era el señor Chávez y Santos lo sabía: yo, como colombiano lo sentí como una puñalada traicionera a todo el contexto que lo llevo a la primera magistratura y, sin duda, el que es traicionero es traicionero en ese caso y en lo que sea. Ya en su reelección, al parecer, no tuvo otro camino que “robarle” las elecciones al señor Oscar Iván Zuluaga valiéndose de su estilo soterrado y mañoso del descrédito y la duda que no dan espera en una campaña. Guste o no, Zuluaga era el candidato que respondía a un deseo de la mayoría por continuar una línea de gobierno que hoy llaman “uribismo”, solo para desprestigiarla y, que en su momento fue apoyado por los colombianos en su mayoría. Claro, hubo asuntos impopulares, decisiones y equivocaciones y temas álgidos que aún hoy son aprovechados en el libreto de sendos “influencer” para generar interpretaciones y juicios que no se conduelen de la realidad misma de los acontecimientos: hasta hoy los jueces serios no lo han podido dilucidar, sin embargo lo que sí corroboran los indicadores, era el progreso global, incluyendo la persecución a los corruptos y la erradicación de su maldita materia prima generadora de todos los males imaginables. Después, continuó una persecución implacable contra sus propios compañeros de trabajo en el gobierno del que fue ministro de defensa y, lo inaudito es que todo pareció pasar por la tangente, sin tocarlo a él. Esas cosas no se improvisan, a mi no me cabe duda de su cuidadosa planeación y estrategia en la que al parecer, venían bien articuladas buena parte de las ramas de control y justicia orquestado el tema por algunos líderes opositores extremistas: resultado de ello es el descredito; nunca en la historia ha habido tanto repudio y desconfianza del pueblo hacia esos espacios tan sagrados de la vida de la república y, a su vez se generó una polarización diabólica: ese manejo nefasto es propio del totalitarismo y su maquiavélica estrategia y se ensaña en los que aún no habían nacido o en los que eran muy pequeños para tener conciencia de la verdad que se vivía. El hampa organizada odia al señor Uribe, es clarísimo y muchas gentes de bien, que no conocen los temas del Estado y solo sueñan con un “buen gobierno” son la carne de cañón para la confusión y el engaño. En estas elecciones, si le parece, apártese del “uribismo”, pero haga lo mismo con los extremistas que desean acabar con todo. Reflexione, Colombia tiene gente muy buena que no está matriculada en el odio y la venganza. La paz aún no ha llegado, ese debe ser el verdadero derrotero. Quítese los guantes.

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