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Columnistas  |  23 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Álvaro Ayala Tamayo

FALLÓ LA JUSTICIA

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Álvaro Ayala Tamayo

Por Álvaro Ayala Tamayo

Después de escuchar fiscales, policías, abogados, CTI, ciudadanos del vecindario y a la alcaldesa de Bogotá, la sentencia es unánime: a los jueces colombianos les quedó grande la justicia. Los funcionarios no critican a los jueces por temor a represalias y porque es un gremio peligroso. Son indolentes, sordos, humillativos, incompetentes, arrogantes, soberbios y desconocen la realidad nacional. Cuando les reclaman hacen camorra y como solución exigen que les nombren más burocracia y aumenten el sueldo. Esa es su eterna propuesta de reforma. Desconocen la humildad profesional y personal.

Hasta Cicerón se asombraría narrando crónicas sobre las cínicas disculpas de los jueces diciendo que aplican los códigos a rajatabla. Estamos seguros que viviríamos mejor sin dicha agrupación. Ya hubiéramos evolucionado hacia un mejor sistema de castigo y resocialización. Se gasta una elevada parte del presupuesto nacional para pagarles a esos inservibles. Las garantías de la Ley 906 se las otorgan a los delincuentes y no a las víctimas, explican quienes conocen los entresijos de los códigos. El pie de página es a favor de quien se robó el celular, hurtó un vehículo, se “jaló “la moto, asaltó a mano armada a los comensales de un restaurante, saqueó una vivienda, raponeó un reloj, asesinó para quedarse con una bicicleta o violó a un niño en un jardín.

Esa es la cruda situación y la radiografía descarnada del desacoplamiento entre sociedad y poder judicial. ¿Quién es peor, el qué atraca con cuchillo y pistola o el juez que lo libera y le achaca la culpa al policía que lo apresó, dizque por captura ilegal? También regañan al fiscal con el argumento de violarle las garantías procesales al hampón. Colombia es un Estado fallido porque la impunidad desbordó las estadísticas de todos los tiempos y porque los jueces nos condenaron a vivir en este horrible caos.

Eso que no estamos mencionando la corrupción de los jueces o el mundialmente conocido cartel de la toga. ¿Para qué policía si ladrón que pillan, ladrón que deja libre un juez? ¿Para qué Fiscalía, si en las audiencias de legalización de captura o imputación de cargos el juez deja libre al rufián y se lava las manos con el fiscal? Tras sustanciar las calles la única prueba válida y real es su majestad la impunidad. Ahí está el resuelve de los jueces. Las caras más nuevas de la Corte Suprema de Justicia son dos hombres jóvenes, con ideas modernas y aterrizadas. Los colombianos del común esperamos que los magistrados Misael Rodríguez y Hugo Quintero, pongan orden en la sala.

De acuerdo con las circunstancias de tiempo, modo y lugar, el Armagedón jurídico está al despacho. Se requiere jurisprudencia para recuperar la seguridad ciudadana. A ambos los conocemos y sabemos de sus virtudes y preocupación por estos temas. Igualmente, las cortes requieren espíritu de mujer, pues el machismo hace muchos años cooptó estas importantes instituciones y no dejan avanzar la familia y la sociedad. Ojalá la diosa de la justicia, a quien muestran con ojos vendados, los deje ver el panorama aterrador que hay en materia de seguridad nacional.

Sería pedagógico que cuando un juez deje libre a alguien por no representar peligro para la sociedad se lo lleve para su casa a cuidar a un ser querido. Y por favor, nada más dislocado que los despachos de jueces y fiscales repletos de expedientes en papel, olvidan que el sistema oral opera desde 2004.

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