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Columnistas  |  02 diciembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

Siempre defendiendo el Acuerdo de Paz

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Aldemar Giraldo

Aldemar Giraldo Hoyos

 

Ya es costumbre escuchar de las autoridades nacionales el compromiso que tienen con la paz; basta con que llegue a Colombia un delegado de la OEA o un representante de las Naciones Unidas e inmediatamente se pronuncia un discurso emotivo para tratar de convencer a los visitantes del gran esfuerzo que se ha llevado a cabo en favor del Acuerdo de la Habana; las palabras hacen ver obras que no existen, programas sin fundamento e inversiones que no coinciden con la realidad.

Afortunadamente, Antonio Guterres, Carlos Ruiz Massieu, Juliette de Rivero  y Michelle Bachelet no se han dejado meter gato por liebre; son conocedores de lo que ha pasado en los últimos cinco años: el asesinato de desmovilizados y líderes sociales, como también, el rechazo y, a veces, desconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz- JEP-,  incipiente reforma rural, escasas garantías para los excombatientes, como también, la negligencia del subpresidente y el partido de gobierno para enfrentar  la situación que nos acompaña.

Muy graciosa me parece Martha Lucía Ramírez con la metamorfosis que muestra en la tierra del Tío Sam o cuando acompaña al patrón en las ceremonias de recibimiento de extranjeros en la capital colombiana; gran defensora de Derechos Humanos, de Líderes Sociales y excombatientes; con un corazón que provoca lágrimas en los interlocutores y esperanzas en todos los colombianos; me hace recordar al  “Pastorcito Mentiroso” de Esopo con esa sabia moraleja: ”nadie cree en un mentiroso, incluso, cuando dice la verdad”; lo grave es que Martha Lucía no sabe lo que dice ni recuerda lo que dijo.

Al conmemorar los cinco años de los Acuerdos de la Habana, Francisco de Roux,  representante de la Comisión de la Verdad, en presencia del Secretario General de la ONU e Iván Duque, expresó: “ …Señor Secretario, eso otro, indispensable, que no hemos tenido es la Paz Grande; Colombia necesitaba la convocatoria hacia esa Paz Grande, por encima de todos los intereses políticos de  los partidos; no tuvimos el liderazgo nacional, no sólo de presidencia, de toda la sociedad, capaz de convocar a indígenas y afros, a campesinos y jóvenes; a sectores productivos y clases medias, a iglesias, colegios y universidades, a los sindicatos y a la sociedad civil a construir la paz que necesitaba el pueblo…” . Frases lapidarias, pero ciertas, ni el ejecutivo ni la sociedad civil han tenido liderazgo para sacar adelante la implementación de los acuerdos; la labor se ha centrado en torpedear la paz y todo aquello que haga posible el encuentro entre quienes estaban en orillas opuestas; olvidan, además, que la paz no es solo ausencia de guerra; es la presencia de algo bueno, como la educación, los recursos sostenibles, el capital humano o un gobierno que funcione adecuadamente.

Además de impedir el avance del proceso de paz, el ejecutivo, muchos legisladores y el partido de gobierno, secundado por sus seguidores, han sembrado odios, ansias de venganza e incertidumbre; como decía mi abuelo Nietzsche: “Es pobreza de espíritu obstinarse en devolver el daño que se ha recibido”.

 

 

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