Por Auria Plaza

Esta semana con los amigos, como era de suponerse, el tema fue el resultado de las elecciones. Esperaba comentarios enojados o tristes, sabiendo que la mayoría de ellos votaron en blanco y algunos por el otro candidato; sin embargo,  su reacción me dio fe en el futuro.

Si la mayoría de ellos  tienen esperanzas  de un país nuevo y, si bien no les gusta el presidente elegido,  comprenden que Colombia necesita un cambio. Los partidos tradicionales conservador y liberal han dejado de ser lo que dividía al país. Ahora tenemos una amalgama de partidos creados en la efusión del momento, cambiando de nombre pero con los mismos. Otros,  espontáneos sin experiencia y otros que se rompieron por discrepancias de ideas y formaron  nuevas alianzas.

La conclusión a la que llegué es que todos necesitamos de todos. No podemos esperar que el presidente guíe este barco solo. Se necesitará una tripulación capaz de olvidar viejas rencillas y que se unan al bien común que es la patria.

La falta de una democracia económica y la ausencia de un verdadero compromiso con las clases más pobres lo tenemos que resolver entre todos. Petro recibe un país en crisis provocada por las clases privilegiadas quienes creyéndose dueños del país se han negado con terquedad a resolver esa crisis porque, según ellos, “aquí no pasa nada” y el gobierno coadyuva a esta creencia.

Necesitamos una nueva presidencia  que se haga responsable de gobernar en democracia, en donde se reconozca al otro; a quienes  aportan y a los que desde sus distintas identidades empiecen a tener una nueva concepción de país: Colombia,  mirada sin distinción de raza, sexo, credo, status social y pensamiento político.

Es hora de que oligarcas y  burgueses entiendan que no son los únicos que habitan este suelo, que se solidaricen con las propuestas que demandan un cambio más equitativo para la sociedad.  Será necesario tender puentes con el establecimiento, asegurarle al inversionista y a los empresarios colombianos que habrá una continuidad en la recuperación de la economía.

Todos somos culpables de la pasividad en  que hemos vivido, indiferentes ante las condiciones de pobreza del país. Resistentes al cambio y dominados por el miedo hemos permitido la violencia, la corrupción y la impunidad. Tenemos que dejar de pensar en que somos los unos y los otros. El de alpargatas y ruana, el de overol y casco, el de traje y corbata, los que apenas comienzan, y  los que ya estamos viejos, todos podemos ayudar. 

Sin campesinos que labran la tierra no tendremos comida, sin el obrero no tendremos producción; en el campo de la salud se necesitan los médicos, pero también las enfermeras y el personal de servicios generales. Las fábricas necesitan los operarios, pero también a los gerentes y administradores.  Todos necesitamos de todos para construir un país del cual nos podamos sentir orgullosos y con sentido de pertenencia.

El Caimo,  junio  23 de 2022