Aldemar Giraldo Hoyos

El fiscal de turno resucitó una vez se posesionó Petro; la paloma que tuvo con Duque fue melosa y sin pisar los talones; con dificultad uno caía en la cuenta de que fue nombrado el 30 de enero de 2020, por decisión unánime de la Corte Suprema de Justicia y que se posesionó el 13 de febrero del mismo año, siendo presidente Iván Duque; entre amigos y copartidarios no se pisaron la manguera.

El personaje de marras, hoy, se cree con influencia y capacidad de decisión en todas las ramas del poder público y piensa que es hasta legislador; como un niño de 5 años, se emberraca cuando no se hacen las cosas como él dice; todo lo quiere controlar, saber y dirigir; en palabras de Bejarano (marzo 19 de 2023), “es irredento” (que permanece sin redimir). “Como buen oportunista y soberbio, aprovecha la presentación de diferentes proyectos de ley para enlodar a los ministros de estar negociando con el narcotráfico; en su campaña política irrespeta a todo el mundo y crea un ambiente de tensión e inseguridad; da la impresión de que se encuentra en un momento verdaderamente preelectoral.

Se reúne con el expresidente Gaviria, con los liberales y con Cambio Radical; se promociona en el campo nacional e internacional; estuvo en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos y allí habló mal del Gobierno, conducta que lo muestra como un personaje “de mala leche”. “Mama, ¿qué será lo que quiere el niño?

Según Rodrigo Uprimmy, “cometió grosero error en el tema más grave del país: la matazón de líderes sociales. O no comprende la información que debe orientar la política criminal, o actúa de mala fe. Cualquiera de las dos razones lo hace no apto para ser fiscal general”. Se contradice don Francisco, inicialmente defendió con fuerza la JEP y luego la volvió ropa de trabajo.

Si en algo le fue mal a Duque fue en Derechos Humanos y Relaciones Internacionales; quién era su consejero en esos temas? Francisco Barbosa. Para mostrar un panorama benévolo para su jefe, manejó las cifras de asesinatos de líderes sociales, a su amaño, conducta demasiado grave.

Camila Rivera González (2021), rememora frases de Barbosa donde deja entrever su megalomanía o delirio de grandeza: 1. “Probablemente tengo la mayor información entre las personas de mi edad”.  2. “Para conseguir un nuevo fiscal este país tiene que pensarlo muy bien”. 3. “Mi cargo es el segundo más importante de esta nación”. 4. “Estoy haciendo la mejor fiscalía de la historia” (llevaba 90 días en el cargo). 5. “Se han reducido los asesinatos a líderes sociales durante el gobierno de Duque” (mentiroso). Para Camila, estos son maullidos megalómanos de quien se cree un extraordinario gato temido por los bandidos, aunque parezca otro gato de Pombo (Michín, el gato Barbosa).

Barbosa, en vez de investigar y acusar verdaderos malhechores, dedica parte de sus esfuerzos para atemorizar periodistas, políticos y cualquier ciudadano que lo cuestione; hay un elefante frente a él; se llama Corrupción.

Las anteriores frases, mencionadas por Rivera, me traen a la memoria un estudio publicado por la Revista Psicología Política, en donde se describen personajes históricos como Napoleón Bonaparte, Hitler, Stalin o Mao Zedong a quienes se les atribuyen rasgos de megalomanía y narcisismo; su idea de grandeza y sabiduría los llevó a mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas; ya sabemos qué lograron y la historia no miente; que Dios nos libre de nuestro Chaparrón Bonaparte. Como decía mi abuelo Chespirito: “Todos estamos locos, Lucas”.